Aquí los suspiros van a dar a la mar que es el morir; y los aleteso del ave paradisíaco se sumergen en un profundo abismo de náyades silenciosas que acompañan las íltimas lágrimas del atardecer. Todo es tumulto de caracolas lanzando mensjaes a la etereidad: “… cuando el pastor marchó tan lejos que sus huellas en el prado quedaron vencidas por el sollozo, quedó en el pensamiento de ella una sensación de abismo insondable. Ansiaba encontrar el verdadero porqué de sus misterioso antojos y la realidad de todo aquello que se reflejaba en las ramas de los árboles del parterre…”