.Sigo fumando cigarro tras cigarro, sin cansarme, sabiendo que me estoy jodiendo, sigo y sigo. Ahí va otro. Ese humillo que entra por la garganta, entra para después salir tan rica y delicadamente.
. El jugador de fichas es un personaje siempre, allá donde lo veas, pero sobre todo delante de la mesa de juego… abre su cartera, saca un fajo de billetes de 500 euros y da uno al croupier para que le den cien fichas de 5 euros, entonces, con la cabeza baja, mira al paño de números concentrado y ,muy delicadamente coge los tacos de fichas con una mano torpe y vieja intentando cortarlos de 10 en 10 para ponerlos en la misma jugada de siempre, veinte fichas a un caballo, diez al pleno del 17… lentamente los pone. Y sabes que lo ha hecho toda la vida por la forma de jugar, porque tiene a un compañero más joven que él, que al menos mira a la cara al croupier y le alcanza los taquitos de diez que el hombre no llega a poner y le dice: no tire bola, que le dé tiempo “sí, claro, cómo no, cuándo usted me diga”, entonces da consentimiento, tira bola y todo el mundo se lanza al paño a apostar y pedir cosas como energúmenos hambrientos de juego y aparece de la nada el de siempre, el que juega final cinco y veintinueve y caballos por cincuenta euros que hacen un total de 450 euros que no es mucho para los 7.000 que gasta por bola en la ruleta francesa. Entonces cae la bola en el número libre de fichas y miras las caras de la gente, algunas fastidiadas, sobre todo las de quienes apuestan 2’5 euros al rojo o al negro, y otras indiferentes y acostumbradas, como el que acaba de perder los 7000, que acto seguido tira 7 fichas de mil al paño sin mirar y se va, lo que significa que quiere que le pongan lo mismo. Así, una y otra vez, una y otra vez… y ellos ganan o pierden, pero siempre están ahí.
También está el señor viejo con cara de haber sido capitán de un barquito pesquero que tira dos fichas de ciencuenta euros, una siempre va al 21 y la otra la elige prácticamente al azar.
Hay a otro que es un verdadero quebradero de cabeza, porque apuesta muchísimas fichas en lugares difíciles de calcular, que son los cuadros, y otras muchas en suertes sencillas, lo que hace de una partida un largo y espantoso toma y daca de fichas y cálculos, él lo sabe, pero le gusta jugar así y no dar propinas por lo que hace trabajar.
Luego está el señor jugador malhumorado al que le gusta descargar su mundo interior en sala, él juega poco dinero, pero le gusta hablar mal y decir tacos e insultar cuando no le toca nada y decir que los croupiers lo hacen aposta para joderle porque le hace sentir bien el que se callen y aguanten todo lo que le dé la gana decir.
Támbién existen los que estudian la forma de tirar la bola o las probabilidades de cada ruleta. Existen dos tipos de esos: los que solamente estudian allí mismo o los que se lo estudian en casa. Los primeros se pueden tirar todo el día desde que abre el casino simplemente apuntando números día tras día, se pasean por las mesas con un boli y un papel del casino donde viene dibujada la ruleta, los vecinos… y apuntan. Y los segundos hacen estudios de todo tipo. Hay un señor con acento argentino o canario que le gusta jugar en francesa porque juega sentado. Se sienta con un montón de papelajos ordenados y con clips donde tiene formulados logaritmos y cuentas y apuesta unos 200 euros por bola y va diciendo los números que quiere jugar, siempre a pleno por diez euros, unos 20 números, claro, y según cae la bola, apunta nuevamente. Últimamente juega sólo transversales con pocas fichas, porque ha notado que su técnica a pleno no funciona.
Hace una semana más o menos llegó un hombre a una mesa de americana y apostó 33 números a pleno de los 37 que tiene la ruleta (es dentista) y salió el número que no tenía ninguna ficha, se quedó pensativo y dijo: es increíble, y volvió a apostar y volvió a ocurrir lo mismo, entonces apostó 400 a dos columnas de las tres que hay y lo perdió, apostó 800 nuevamente ahí y lo perdió, apostó otra vez 1200 y lo volvió a perder, entonces dijo que la próxima muela que quitara la iba a cobrar caro.
Hay muchos tipos de clientes, los que apuestan muchas fichas pequeñas, los que apuestan pocas pequeñas, los que apuestan muchas grandes, pocas grandes… los que miran, los que piden vecinos. Hay dos hermanos que piden siempre vecinos, el mayor pide siempre 6 y trece y vecinos y el pequeño es más listo y va cambiando según caiga la bola.
Hay personas que admiran al croupier por muchas cosas, por la paciencia, por la velocidad, por la agilidad mental y corporal, por la memoria, porque no se le puede tocar o preguntar, porque lo ven mágico.
Hay personas que no miran al croupier, si no al paño, porque saben que simplemente es un mero administrativo intermediario entre el casino y él (los más inteligentes) y los hay que piensan que si le tienen manía nunca le van a dar premio, o piensan que hay campos magnéticos entre el paño y la ruleta que hace que la bola no caiga en los números donde hay peso de fichas.
Los hay que en cuanto ven a un croupier se van a otra mesa porque piensan que ése les da mala suerte… es curioso que la mayoría piensan… en su dinero, sus jugadas, en dónde ponen esta ficha, dónde ponen la otra, y muchos no saben que el crupier lo sabe todo. Sabe perfectamente de quién es cada uno de los 6 colores de fichas que tiene la mesa, de quién es la ficha de valor que hay en el negro, quién se acaba de ir de la mesa, quién acaba de entrar sólo a mirar, quién de los que se pasean por la sala tiene dos fichas de mil, de quinientos, de 250… el croupier sabe lo que quiere el cliente… si le toca y le va a pagar, se queda con las fichas que sabe que el cliente pondrá en el 29 y caballos y las pone él mismo. El croupier sabe cuánto dinero llevan gastado en la mesa, o cuánto ganado, sabe a qué otra mesa se ha ido a jugar el cliente y que es porque acaba de salir uno de los números de los vecinos que pide. Sabe si han ganado en la mesa de la que vienen, si les gustan las cartas, el punto y banca, la ruleta americana o francesa, a qué valor les gusta jugar o si juegan muchas o pocas fichas y se imagina, la mayoría de las veces, el estado de ánimo de cada cliente.
. Hay un señor mayor que parece salido de un asilo. Se le coge especial cariño. Va siempre con el mismo traje que parece que lo hubiera comprado en la boda de algún amigo de cuando era joven. Tiene el pelo blanco y se peina para un lado, aunque de vez en cuando tiene un mechón revelde que se despunta hacia atrás. Lleva gafas de pasta, es de una constitución muy delgada y anda un poco encorvado con sus pocas fichitas en la mano de valor 2’5. Comenzó jugando en punto y banca, un juego de cartas donde parece que se reuniera el inserso, se apuesta a que gana el punto o a que gana la banca. Entonces empezó a animarse a jugar a las suertes sencillas en las americanas con su fichas pequeñas, rojo, negro, par, impar, falta, pasa… esto fue hace varios meses. Ahora, cuando hay juego en francesa (mínimo 5 euros) se acerca y a veces hasta se sienta. Le gusta mirar y apostar a las sencillas una o dos fichas de cinco euros y piensa que pasa desapercibido. Observa los premios de 50.000 euros de 3.500 euros y le gusta animarse y sentirse como uno más de los ricachones que juegan en francesa y se atreve con las seisenas, transversales y hasta con algún caballo. Entonces ves perder miles de euros a unos y a otros una y otra vez una y otra vez, una y otra vez y los que jugaban con fichas de 100 ahora sólo apuestan con fichas de 10 porque en la noche acaban de perder unos 100.000 euros y observas sus caras de indiferencia, algunos con tics nerviosos o de toda la vida, tarareando ninguna canción conocida y colocando las fichas como si fueran eso, sólo fichas de plástico, en vez de pensar que tienen 20.000 euros en la mano con los que darían de comer a tantas personas…
Sí, es triste y se ve todos los días, todos los días, todos los días…
. Es un vicio más, tan triste como muchos otros vicios. Y siguen jugando, ficha tras ficha, sin cansarse. Sabiendo que se están jodiendo. Ahí va otra de mil “8, 20, 29 y 32 y caballos por 50 euros, verdad señor?”. Esa bola recorriendo el borde del cilindro… dando vueltas… esa bola de la que depende tanto dinero para unos u otros tan rica y delicadamente.
Vida de fichas que viajan sobre el tapete de las pérdidas y ganancias. ¿será eso la vida, amiga?. Si, como dices tú es triste… pero la ruleta solamente es una demostración más de que la vida la tenemos cosida a cosas tan inanes como ver desparecer los billetes… y mientras tanto yo también fumo… pensando… quizás… tal vez… y mirando al crupier de mi imaginada ruleta por ver si atisbo algo de claridad para el mañana. Muy buena tu reflexión ssshhh sobre todo porque nos hace a todos jugar a la existencia de los sentimientos. Y mientras tanto hay hombres y mujeres vagando un trozo de pan…
Curiosa y de nuevo sorprendentemente inesperada amiga de la noche,como sid tu dia a dia se tratase nos hablas de ese mundo desconocido k componen los casinos,digo mundo keriendo decir kasi un universo paralelo del k apenas sabemos nada,kuando ellos despiertan para jugar nosotros empezamos a soñar y cuando el sol sale para dar komienzo a nuestro dia ese mismo sol significa el final del suyo.Tu si k debes ser suave y delicada.PJ