Caen cenizas de las hojas, polvo de de tus ropas, humo de tus palabras cobardes al dolor, y no ves el horizonte que camina en tu busca para taparte con una nueva tierra, con el rocío fresco que te bañará la piel.
Porque caminas solo, con los hombros caídos, con el pelo perdido de tanto viento que azotó tu alma.
Tus manos se caen en pedazos por no tocar a la flor roja como la sangre que yace bajo tus pies.
Anímate ruiseñor, que te oiga cantar desde mi balcón, que te sientan las estaciones que te abrieron las puertas mientras morías despierto.
Que los ríos te esperan y no hay chamán sin su luna.
Vuelve, de ese espacio privado al que no entra nadie, de ese lago profundo que no sabe que es la tierra quien le mira.
Y aquí te espero, asustada por los infinitos ruidos de la noche, por el frío estremecedor de la interperie para que nazcas como un niño en mi corazón vivo, en mis pechos blancos como la sonrisa de mi alma.
Te esperaré.
Que los ríos te esperan y no hay chamán sin su luna.
Vuelve, de ese espacio privado al que no entra nadie, de ese lago profundo que no sabe que es la tierra quien le mira.
Y aquí te espero, asustada por los infinitos ruidos de la noche, por el frío estremecedor de la interperie para que nazcas como un niño en mi corazón vivo, en mis pechos blancos como la sonrisa de mi alma.
Te esperaré.
La duplicación final es realmente excelente, NASIA: Una espera transitiva llena de elegía al recuerdo del regreso. Me gustó este poema polimórfico, sin metro y sin medida, porque está dentro de sí mismo recogido el tono profundo del poema. Un besote.