Un nuevo verano que comienza a declinar se mezcla con todo eso que llamamos vida. Siempre me ha parecido hermoso saber dar un nombre a cada estación. Quizá, y antes de que el ser humano se propusiera destruir lo indestructible…el tiempo, el sol, la luna y las mareas…se unían a las estaciones para descubrirnos la verdadera naturaleza vital de la Tierra.
¡Cuántas cosas están sucediendo este verano! Hasta el momento he tratado de seguir, con un cierto rigor, esas noticias que son los detonantes de lo que será el futuro. Me crea un gran desasosiego no poder alejarme de toda la inhumanidad que desarrollan los gobiernos totalitarios. El silencio de los “corderos” es la apoteosis de un inesperado mensaje, no de paz, sino de salvesé quien pueda.
En el budismo se considera una gran dicha haber venido a este mundo con la naturaleza humana y no como una mosca o un perro…Pero, ese honor se diluye ante lo ojos del más sagrado de los lamas cuando contempla la gran miseria de África, la inesplicable invasión de Irak, el sufrimiento de cualquier persona que arriesga suhumanidad por huir hacia un mundo “mejor”. Y la tecnología avanza desproporcionada. Y la medicina comienza a hacer milagros. Y todo loq ue huela a occidente…crea una cierta calma, cuando en esas tardes un poquito frecas del Norte, sentimos que no todo es como lo pintan.