Último tiempo de los duros 70. Para conseguir alcanzar el título de los campeones aún tengo qe enfrentarme a Caorve. Muchos lo señalaron como “el combate del siglo”. Para mí, a pesar de que estaba en juego el título mundial, sólo fue uno más, solamente uno más, de las docenas y docenas de combates que había tenido que librar quedado imbatido. Las apuestas estaban divididas… pero a mí el mundo de los apostadores y las apostadoras nunca jamás me han interesado y por eso no les hacía ni caso. Solamente entrenaba en silencio. Sólo buscaba el título mundial nada más y Caorve sólo suponía un combate más. Nada más que un combate más o menos difícil pero sin importancia vital definitiva.
Se firmó el combate, pactado por los apostadores y apostadoras, y en contra de mi voluntad, a 10 asaltos. Afirmo que el combate con Caorve fue pactado entre los mafiosos y sus queridas amantes en contra de mi voluntad. Pero si había que combatir para alcanzar el título mundial no me importaba hacerlo contra Caorve o con Nisaga. En realidad me hubiese gustado mucho más haber podido combatir con Nisaga. Combatir contra Nisaga hubiese sido mucho más bonito. Pero los mafiosos y sus queridas amantes decidieron que fuese Coarve. De haberme pedido mi opinión yo hubiese elegido, como rival de mucha más talla y clase, a Nisaga.
Así que se inició la lucha contra mis propios deseos pero a favor de los intereses de los mafiosos y sus queridas amantes que me querían retirar de la carrera por el título mundial. Los primeros 8 asaltos fueron una continua serie de ataques por parte de Caorve; pero yo los esquivaba continuamente y, ante sus errores, iba ganando en la cartulina de los puntos. Punto tras punto la victoria ya estaba asegurada a mi favor. Entonces fue cuando, al llegar el asalto número 9, Caorve me propinó un durísimo golpe bajo, de esos que están totalmente prohibidos por los jueces que arbitran los combates. Caí a la lona. Dolía. Me dolía muchísimo y más al pensar que yo a Caorve nunca le había mostrado animaversión alguna y me caía muy bien. Pero aquel golpe bajo, dado por alguien a quien yo admiraba y a quien no quise darle ninguno de mis terribles y temibles golpes, fue como si una mula parda me hubiese dado una bestial coz en los testículos.
Para asombro y estupor mío, el juez árbitro Emorju no sólo no descalificó a Caorve por aquel brutal golpe antirreglamentario e ilegal, sino que inició la cuenta de los diez segundos necesarios para declararme derrotado por KO y así evitar que fuese yo el que lograra el título mundial. Comenzó la gutural cuenta de los segundos. Yo tenía la mente nublada pero, con los ojos cerrados, imaginaba con total exactitud al gordinflón árbitro, el juez Emorju, contándolos con sonrisa diabólica. Mientras él contaba, por mi mente desfilaban, a velocidades vertiginosas, las mejores escenas de las docenas y docenas de combates que había tenido que librar quedando siempre imbatido. Como el gangoso Emorju, que había sido antes un combatiente sin pena ni gloria y sin ninguna relevancia para nadie salvo para unas pocas fanáticas chifladas que le quisieron elevar a mito mundial cuando ni tan siquiera valía para líder barrial, me di cuenta de que todo aquello de haber permitido aquel brutal golpe bajo en mis testículos formaba parte de una trama de apostadores, apostadoras y, sobre todo, de los mafiosos que querían impedir que yo alcanzara el título mundial… dirigidos… ¡sorprendente pero cierto!… por el mismo árbitro y juez Emorju que sentía envidia de mi impoluta foja de combates vencidos a los puntos (yo jamás quise nunca ganar a nadie por KO para no hacer daño físico a nadie que se me presentara como rival) que me presentaba como imbatido ante aquello que muchos llamaron “el combate del siglo”.
Así que antes de que sonara el segundo número 9, justo al escuchar el número 8, me puse ágil y rápidamente en pie dispuesto… ¡en este caso sí y con causas más que suficientes!.. acabar con Caorve por KO. Pero… ante mi sombro y el asombro de todos los presentes, Caorve no se levantó de su esquina mientras yo esperaba en el centro del ring. Caorve abandonó y tiró la toalla. No quiso seguir peleando porque sabía que, aun todavía con la vista nublada y el corazón herido por su traicionera acción, iba a ganar por KO. Y tuvo miedo. Además, quizás la conciencia estaría gritándole su culpabilidad. Ante este abandono de Caorve, el envidiosos juez árbitro Emorju no tuvo más remedio que levantar mi brazo y proclamarme vencedor. Había conseguido conquistar el título mundial.
Son muchos los que creen que aquel combate con Caorve fue el más difícil de mi carrera Y por eso lo llaman “el combate de siglo”. Esto es totalmente falso, Fueron muchos más llamativos mis combates contra Tegui, Bepa, Juesig, Amesar, Meres, Alalco, etcétera… y hubiese sido mucho más lindo haber combatido contra Nisaga. De todas formas, muy por encima de todos ellos, el verdadero “combate del siglo” de mi carrera fue el librado frente a Lícaro, Fue en 1984 y yo ya tenía el título mundial después de transcurrir dos años desde mi combate con Caorve (porque me obligaron a seguir luchando con más rivales cuando ya me lo había merecido) y ya había defendido mi título, siempre quedando como vencedor imbatido y a los puntos para no hacer daño físico a nadie que combatía conta mí, en otros combates más dde mayor o menor impotancia.
El “combate del siglo” de toda mi carrera se celebró en 1984, en la ciudad de Madrid, y fue el que me enfrentó con Lícaro. ¡Ese sí que fue el combate más trascendental de toda mi carrera como luchador mundial! ¡Todo limpio! ¡Ningún golpe bajo! ¡Ni una sola trampa! ¡Ese combate si que merecía la pena vivirlo y lo viví con total intensidad! Durante los 12 asaltos de este combate, pactado a 12 asaltos porque los dos teníamos conseguidos los títulos mundiales de la misma clase y categoría, pero en Asociaciones diferentes, todo fue sensacional. Por eso los dos sonreíamos mientras nos enfrentábamos uno con el otro pero no uno contra el otro. ¡Fue el mejor combate de mi vida! Se había pactado para unificar los dos títulos y quedó declarado… ¡¡Nulo!!… ¡Así que los dos seguimos siendo los campeones del mismo título, la misma clase y la misma categoría!.
Todo fue por ti, le dije a Lícaro después del combate, todo fue por ti; porque podría haberme quedado tranquilamente en mi casa disfrutando de la eternidad de los grandes campeones y jugando siempre con Chester o las chapas, pero escogí luchar contigo (digo luchar contigo y no luchar contra ti) hasta identificarnos los dos en nuestra misma y propia historia. Podría haberme evitado la cruz de aquellos años de sufrimientos (siempre venciendo a los puntos para no dañar a nadie por culpa de un KO y siempre con una sonrisa bohemia), pero preferí luchar contigo. Fue como un bonito juego nada más.
La traición, el desprecio, las burlas, los golpes bajos, el cuerpo ensangrentado, el costado adolorido, los pies inermes, las manos lesionadas, alguna vez el asfixiante calor y otras el gélido frío, el dolor, la sed, la soledad, la terrible y temible soledad sobre el ring, esa especie de agonía lenta año tras año… todo… absolutamente todo mi sacrificio fue por ti, Lícaro.
Y es por eso que los dos somos campeones mundiales y tenemos el título imbatidos, el título de la misma categoría y la misma clase. Eternamente vivos los dos.
Ojo al Dato: Lo que diga de mí José María (en este caso García o cualquier José María que no sea García y tengo mis razones para hacer esta aclaración) me es totalmente indiferente; porque yo no soy ningún “morrosko” ni tampoco soy ningún “bluff”… y, por supuesto, soy tan bueno o mejor que él hablando al público en directo o con un micrófono en la mano llevándole de ventaja de que siempre lo hago yo solo y no rodeado de una enorme camarilla de chismosos que le dan múltiples datos investigados ya de sobra y como verdaderos cotillas. Yo no. Yo investigo con mis propios medios y sin ayuda alguna salvo la de Lícaro, que no olvida mi nobleza cuando combato. ¡Ya sabe José María y si quiere se lo explico si le veo personalmente algún día… por qué hablo en voz alta cuando paseo tranquilamente por las calles del mundo! ¡Voy continuamente hablando con Jesucristo! ¡Y nadie me lo va a impedir! ¿Entendido ya todo, amigo José María? ¡Pues la próxima vez te metes tu Visión Mundial donde te quepa porque a mí no me interesa para nada y no vuelvas a intentar impedirme que hable en voz alta con Dios, pastorcillo! ¡Si no me diriges tu palabra por eso, pues que sepas que tengo suficiente con la Palabra de Dios y sigue tú reuniéndote con tan altísimas personalidades que conocces que yo me conformo con tomar un café con leche con el humilde panadero de mi barrio! ¿Entendido del todo, eminencia de la elocuencia? Cierro la página de mi Diario para darme una vuelta por las calles de Quijorna hablando en voz alta con Jesucristo… y quien se “joa” que se “joa”.
Mi abuela materna: Soy testigo presencial de que contemplé, en directo y no en diferido, tu famoso combate contra Caorve. No llegué a ver en directo, pero sí en diferido, tu famoso combate con Lícaro. Una vez contabilizados tus otros y numerosos combates (algunos muy transcendentes y otros solamente trascendentales para darte la razón al distinguir ambos conceptos pues lo trascendente sólo sirve para un momento nada más pero lo transcendental va mucho más allá de los trascendente y deja huella imborrable… ¡pues sí!… tu combate con Lícaro (y no contra Lícaro y eso es muy importante y transcendente de subrayar) fue el más importante de tu vida profesional. Te ví crecer como campeón desde que eras sólo alevín, benjamín y cadete… te vi transitar como campeón desde que eras sólo junior y ahora que sigues siendo juvenil pero ya como profesional te sigo recordando como campeón imbatible… salvo ese combate con Lícaro en el que quedasteis en combate nulo para seguir siendo los dos poseedores de vuestros títulos mundiales. ¡Ese combate con Lícaro sí que fue universal y dejémosno de “tontera y media” (perdonen por esta expresión pero es muy propia de las abuelas como yo) porque en los demás combates siempre te vi salir, al final, triunfador a los puntos (¡jamás entraría en tu conducta derrotar a nadie por KO!) y esa es una mamenra muy honrosa de demostrar la nobleza que existe en ti desde siempre y para siempre. Te envío esta carta desde una de esas estrella mnocturnas que solamente tú y yo sabemos titular como “sueños sin ojos cerrar, sueños para no enterrar”. ¡Okey, guacho!.
Y “sueños con ojos abiertos sueños siempre ciertos” querida abuela. Asi que ya tenemos dos refranes más en nuestra Memoria. Gracias.
Mi abuela materna: Y recuerdo yo, si la memoria no me falla que hasta tuviste que librar combates muy “curiosos” y “sorprendentes” como, por ejemplo, los que yo llamo, desde mis alturas de abuela amorosa, con los nombres de M, MM y MMM. ¡Muy buenos combates por cierto!… amén de otros que se pierden en la memoria de los tiempos…
Así es abuelita. Tiene usted muy buena memoria. Entre los combates màs curiosos que tuve que disputar están los de M, MM y MMM. Te detallo sólo un poco. El combate contra M fue para compensar cierta ausencia de rivales -aunque ya había yo tenido que combatir a veces en situaciones “in extremis”-, el de MM fue para cumplir con cierta unión de caràcter mercantil que salió muy provechosa por cierto y el de MMM fue un combate inolvidable celebrado junto al mar por aquello de ser luchador de “tierras, aguas y vientos”.
Mi abuela materna: mercedes que hiciste a la afición como gran luchador que eres. Quizás la afición no los haya olvidado…
Una cosa, abuelita, antes de irme de nuevo a soñar: olvidar es un derecho humano, poder olvidar es una necesidad para ciertas personas, pero quedarte con los recuerdos es una manera mucho más bella y hermosa para superar el olvido.
Mi abuelita materna: en este sentido que hablas dime, con total sinceridad, ¿cuántos combates librados tuviste que aprender a olvidar a pesar de tus victorias por puntos?
Los más duros nunca se olvidan, abuelita, los más duros se superaron con mi combate con Licaro (y no contra Lícaro porque esa diferencia es fundamental) pero dejan recuerdos que no son huellas precisamente sino solamente signos. Algún día te explicaré la diferencia que existe entre las huellas que dejan algunos combates y los signos que dejan esos combates. Son cosas muy diferentes. Quizás sólo por eso me daban vencedor a los puntos salvo el combate con Lícaro que quedó en nulo, empate técnico, ni victoria ni derrota, sino solamente retencion del título mundial que tanto me costó alcanzar.