La Muchacha me entregó mi abrigo y el sombrero y, como quien va a buscar leche en las noches al refrigerador, salí entre el vaho de la noche.
“Una velada digna de ser recordada – pensé -, la gente más agradable. Lo que dije sobre el mundo, la filosofía y sobre sentimientos que ellos ni siquiera estaban concientes de que existieran los impresionó bastante; y cómo se rieron cuando les relataba mis aventuras por el sur nuestro pais”. Pero poco después, “Dios mío, es horrible -murmuré-: estar sola en medio de una multitud, quisiera estar muerta”.