En el mar mezclado de las caricias de las olas, la luna refleja su suave tacto en los mágicos colores de la sensación salada. El mar, el amigo mar, se interna dentro del alba y de los sentidos. Y la bella nostalgia del amanecer se convierte en madrugada. Una orgullosa energía de alma secreta une la voz de los milagros surgidos de la nada. Las lágrimas sonrientes, los pensamientos solitariios, la mente compartida con la calma rebuscada y envuelta en la neblina, la historia nadando en los corazones de las promesas por cumplir.
En la noche ardiente de las elegías de las olas está reviviendo una persona pintando estrellas de mar que cumplen sueños. Una plena emoción de cariños está plegando sus alas de gaviota embistiendo al viento de la marea… esquivando los precipios del sentir demasiado cerca de los acantilados del aire; afinando el horizonte para no perderse tanto; irracionalizando al corazón para aceptar a la locura diestra de los pleamares; bebiendo la más bella de las ilusiones…
Mar adentro hay un silencio que camina sobre las olas, como un milagroso despliegue de los horizontes. Y las gaviotas se van alejando… alejando… hasta que la paz del aire me inunda de poema. La creación entera surge entonces de sentirse simplemente un poco de persona.
La luna sobre el mar, rodeado todo ello por el silencioso bramar del oleaje o el alboroto del aleteo de las gaviotas (o viceversa según se quiera entender y sentir) siempre es motivo para inundar de poesía la invitación a una literatura sublime. Como la tuya, Diesel.