Mientras el Sol estaba apareciendo en el alba, en las cuadras del castillo, la joven princesa Aquehora, había podido esquivar la vigilancia a la que estaba discretamente sometida. Con el máximo sigilo se las apañaba para salir de allí subida sobre su caballo negro…
¡Indiscutiblemente, alguien desde el interior, debió ayudarla!
En un lugar previamente acordado, lejos de esa fortaleza real, donde casi todo estaba Guionizado y Preestablecido, la joven aguardaba a alguien con cierta intranquilidad, con rostro de “que alguien me saque de aquí”, con rostro de necesitar encontrarse con alguien que la orientara.
Ese desconocido la conocía a ella, pero no a la inversa.
¡Esa circunstancia desequilibraba la situación en su contra!
Maese tabernero miraba a la joven princesa que parecía estar algo confusa, cada vez que entraba alguien lo miraba con una especial atención, con una cierta ansiedad o anhelo… la espera se hacia esperar, se alargaba. Cada vez que entraba alguien era observado con curiosidad y atención. Ella colocaba sus manos ante su rostro, de manera que no pudiese ser reconocida con facilidad, aunque en realidad no tenía demasiada utilidad ese acto teatral. Posiblemente ella no vería una cierta indiferencia por parte de quienes la rodeaban, exactamente algo parecido a lo que le sucedía en la Corte Real, allí dentro su vida estaba en dos extremos, en uno se la valoraba cuando convenía, en el otro se la ignoraba cuando era conveniente. De todos modos, desde hacia un tiempo se la veía como bloqueada, perdida en aquella encrucijada familiar con señales confusas para que fuese difícil encontrar la salida.
¡De pronto! ¡A sus espaldas!
Alguien por detrás se acercó a la mesa en la que estaba sentada, la joven, asustada se giró, detrás había un individúo corpulento y de aspecto serio, su cara era rocosa, un rostro bastante cuadrado, pero algo cambió al escuchar el timbre de voz del desconocido “¡Eres la…! ¡Aquehora! ¡Sin duda alguna!” Aquella voz, que habló con discreción para proteger insípidamente la verdadera identidad de la conocida joven, era suave y a la vez contundente, directa y firme, esto la hizo sonreír con cierta torpeza y timidez. La princesa se puso en pie ante el desconocido, su rostro volvió a ponerse serio, como si quisiera imponer un orgullo, pero ese escudo protector no sirvió, aquel hombre curtido había visto mundo y ella no, ella habría de adaptarse, ya no estaba viviendo dentro de la protección de la Corte del Rey, ni de la fuerte influencia que eso significaba. A ella, muchas veces le costaba ver el contexto de las situaciones y circunstancias, no se bada cuenta o no quería darse cuenta de que en la actitud de ese desconocido había como una representación de lo que estaba viviendo en la Corte. Ella hubiese podido preguntar: “¿Porqué me tratas con discreción, cuando aquí hay tanta hipocresía?” Ese desconocido era su única ayuda en ese momento, y no era lo que parecía, al menos eso parece, habrá que esperar. Era posible que ella se creyera importante por ser hija del Rey, y que realmente no fuese tan importante…
Ella debía estar tensa, sabía muy bien que ya no controlaba todo, estaba fuera de su entorno. “¿Quién eres?” preguntó con un evidente estado de debilidad. El hombre estuvo en todo momento en calma, no suponía para ella ninguna amenaza, sin embargo aquel grandullón empezó a mostrarse amable, parecía darse cuenta del estado de ánimos de la mujer, de modo que adelantando en ofrecimiento su mano: “Me llamo Andantes”…
Y así fue que ambos abandonaron muy poco después la taberna, envueltos de una cortina de discreción bastante innecesaria, aunque con grandes toques de naturalidad.
Subidos en sus caballos, trotaron por el camino que lleva a la ciudad.
Hubo un punto en el camino en que ella pidió parar y aprovechó para bajar del caballo y subir a un montículo, comenzó a mirar al horizonte, como buscando visualmente algo o a alguien, y al regresar al caballo, preguntó a Andantes: “¿Sabes donde nos encontraremos con Antesdeque?”…
Faltaba poco tiempo para que el atardecer asombrara a la madre geografía, y se detuvieron en un claro que había en un bosque algo separado y resguardado del camino, ambos estaban apoyados sobre una roca lisa: “¡Sabes, princesa Aquehora, que tengo órdenes de protegerte! ¡Tu asistente, en el castillo de tu padre el rey Míos, es como un hermano para mí!
¡Antesdeque se reunirá con nosotros cerca del bosque de los Pájaros Voladores!”
Ambos continuaron el viaje hacia la ciudad, ella se había cambiado de atuendos. Sus nuevos vestidos le daban otra apariencia, aunque quedaba dentro de una cierta discreción.
Gracias a Antesdeque, su asistente personal, ella había logrado hacer realidad su sueño, y ello implicaba que no podía regresar a la custodia de su padre en la Corte. Con quien últimamente no tenía muy buena relación.
A lo lejos se veía avanzar un carruaje tirado por bueyes, había dos hombres subidos, parecían campesinos con segundas intenciones. Detuvieron el carro poco antes de cruzarse, ambos hombres exhibiendo armas saltaron al camino, apuntando a Andantes y a la princesa, el delincuente que mostraba ser más astuto en la fechoría, empezó hablando en tono amenazante, pero… miró detenidamente a Aquehora, detuvo su actitud delictiva, en contexto desafiante ladeó ligeramente la cabeza y con indiscreto disimulo retrocedía hacia el carruaje, mientras hacía señales al otro ladrón para que hiciese lo mismo, algo quedó frustrado, ambos hombres allí subidos continuaron adelante, se fueron, mientras tanto, la princesa miraba a Andantes y dijo al grandullón “Quizás me hayan reconocido como la hija del Rey Míos”.
Pero lo que no pudieron apreciar, era que esos dos hombres, un poco más adelante, cambiaban de camino en un cruce cercano…y que en realidad no se habían alejado. Estaban más cerca de lo que podía parecer.
Más tarde, tras unas ruinas junto al camino, la princesa vuelve a ver el mismo carruaje tirado por bueyes, no había nadie, Andantes detiene a su caballo, el animal resopla como queriendo decir “¡Otra vez!”, la princesa ya estaba inspeccionando, explorando. De detrás de una vieja pared aparecen otra vez los dos ladrones, la miraban con extraña actitud de desafío, ella se asusta y grita en forma de auxilio el nombre de Andantes, el forzudo aparece por detrás de ella y no la ayuda, se queda mirando a la mujer asustada, ella parece darse cuenta de que todo aquello es una trampa, tres contra ella, y justo en ese momento Andantes dijo “No te asustes princesa, no va a pasar nada” y mirando a los dos ladrones les dijo: “Vamos chicos, tenemos poco tiempo” En ese momento uno de los ladrones habló a la princesa con complicidad y cierto compañerismo: “¡Aquehora, debemos darnos prisa, no temas, estamos con Andantes en esta empresa!” El otro ladrón hablaba cordialmente con el grandullón, en ese momento la princesa advirtió que estaba siendo ayudada y que aquella gente eran como del grupo, y no tenía motivos para desconfiar.
Ella volvió a recibir otros ropajes, para que se los pusiera… Luego, aparecieron los dos ladrones de detrás de una vieja pared vestidos de forma más elegante, y allí aguardaron hasta que…
Muy poco después, de en medio de la oscuridad apareció Andantes que se había alejado, y con voz entusiasta anuncia algo “¡El Capitán está llegando!”.
Minutos después aparece un individuo en medio de la noche, a la lumbre del pequeño fuego, y ella al ver al individúo exclama: “¡Antesdeque!”.
Él se bajó del caballo y se abrazaron.
Andantes miró las lucecitas en el horizonte y dijo “Jefe, si hemos de tomar ese barco que hay en el muelle de la ciudad deberíamos irnos de aquí en cuanto antes posible.”
Entonces Antesdeque respondió afirmativamente, acompañó a la Princesa a su caballo. Uno de los falsos ladrones apagó el pequeño fuego que habían encendido, y todos juntos marcharon hacía la cercana ciudad. Allí un barco esperaba amarrado en el puerto.
El capitán Cataratas que era muy amigo de Antesdeque, y estaba en contra del rey Míos, ya se había puesto de acuerdo para llevarlos a otras tierras.
Toda la tripulación se comportó con la máxima discreción, pues al parecer del único pasajero que iba a bordo se rumoreaba que era un Historiador o Cronista, y podría descubrir todo aquello y boicotear a la princesa. Cataratas había dicho a su tripulación que la misión era de máximo riesgo, y esto hizo que ante el único pasajero se guardaran las apariencias.
En otro lugar de la embarcación…la princesa Aquehora y Antesdeque se encontraban a solas, mirando las aguas del mar, y ella preguntó en voz tirando a baja: “¿Porqué planeaste que tus dos amigos nos asaltaran en el camino? ¡No lo entiendo! ¡Me asusté mucho! “
Y el que había sido su asistente en el castillo apartó la vista de las aguas, miró a los ojos bonitos de Aquehora, que por cierto, eran verdes, y dijo: “¡No quería que viajaras como… descuidada!” “Pensé que las dificultades te mantendrían un tanto alerta”!
Y en ese momento apareció sobre la cubierta de la embarcación, Aquevengo, la hija del capitán Cataratas, en su hombro posaba Botellón, su loro y mascota, que removía las alas, y luego pronunció algo, que repetía varias veces… Entonces Aquehora mirando a Antesdeque: “¡Parece que el loro dice Bonito Cuento!”. Y en ese momento Aquevengo añadió: “¡Quizá todo esta aventura se convierta en cuento algún día!”.
¡Muy bueno!. De verdad que me gustó un montón. Bien la aventura. Bien trazado el texto y buena la parte final con el misterio incluido. Excelente.