UN COLOR

Quisiera que me fuese concedido el don de inventar colores, o mejor dicho, el don de poder llevarle los que yo veo desde que le conozco. Sabía de toda una gama para poder diferenciar entre el bien y el mal, entre un día de lluvia y un día de sol. Entre las notas escondidas en escalas mayores o menores. He inventado colores mientras perdido entre mil pensamientos, paseaba en bosques rodeado de árboles, con el viento como único compañero, discutiéndole cómo debería de ser el color que adoptase en nuestro paseo. Sobre la cima de una montaña, respirando hondo, llenando mis pulmones del aire más puro, dejando que mi cuerpo asomado al vacío dudara entre un paso hacia delante o hacia detrás. Cuando mi vista se perdía entre mi ser y lo que no alcanzaba a ver y aún así me empeñaba en saber qué hay más allá. Pude teñir mares enteros como el cielo hasta el más oscuro rincón que se hallara entre sus profundidades. He mirado el firmamento y descubierto galaxias, tan distintas entre sí, como los diferentes matices entre los componentes de las que están hechas y pretendía asignarles un nombre acorde con los mismos. He visto el color del alma de personas que han odiado o amado hasta decir basta, derramando lágrimas por quienes así lo han hecho.

Y ahora que pienso…no conozco un color en mi mente con el que poder describirle. Pues cuando cierro los ojos, cuando le veo estalla la mezcla de todos ellos, ése sería el color que le definiera entre tantos como invento.
Cada día sería como un arco iris infinito donde sus lágrimas se mezclasen entre los suaves y pálidos, donde sus risas lo hicieran con los más descarados, su cara, su cuerpo con los más dulces y tiernos y si todos los que le rodean pudieran verlos, como yo con tan sólo plantarme delante de su persona. Me hace contemplar los azules del mar con su calma cuando siento desesperanza, los intensos y desbordantes cuando me ama y al cerrar los ojos escucho un te quiero de su boca, los apenados para cuando llora, los que no quiero ver nunca. Todos ellos son uno, como los sentimientos que expresa con movimientos, miradas o caricias, le definiría como uno solo. Y todos creados a partir del amor que siento, si quisiera verlos habría de acercarse donde su reflejo le muestre todo lo que cuento. Si pudiera escucharme, me creería al decirle, que cuando camina hacia mí a su alrededor no hay nada. Hay un gran vacío, porque el haz de luz que cubre su cuerpo, eclipsa todo lo que a su paso va quedando para legar el preciado don de amar a quien le espera siendo incapaz de ver nada más. Por eso al amarle siento, que cuando creaba colores inexistentes que antes no podía ver si no asociados a algo en concreto, descubro, que me trae todos cuando no necesito siquiera pensar en crear la imagen que les hizo venir a mí, para ser lo que ahora son.
Mi arco iris de ilusiones y de esperanzas. Como lo es el sentimiento al tacto de una caricia, que hace que mi piel se erice, así son ahora los colores que invento…sin su esencia, nada. Dejé de temer los que rodeaban mi soledad, pues ahora sé, que con su llegada ella se convierte en nuestra, la requerimos para poder amarnos sin importarnos que nadie pueda entender cómo podemos llegar a necesitarla. Los que acompañan al odio o a la angustia se tornan del más oscuro al más claro, desde que empieza a alborotarles, volteándoles hasta marearles con palabras. Sin más, olvidé el color de la tristeza, ya ni tan siquiera recuerdo qué tono utilizaba… Y cada día al despertar tengo presentes todos y cada uno de los colores que trajo consigo y que no deja de enseñarme, desde que llega hasta que se va. Con el tiempo y sin darme cuenta conseguí crear el color cuyo secreto, quedará escondido por siempre entre mis palabras.

Un comentario sobre “UN COLOR”

  1. Siempre hay un color incógnito, un color de matiz sorprendente, que nos llena de estímulo artístico. Ese color lo inventamos con la tonalidad más concreta de nuestro corazón. Eso se extrae de tu bonito relato.

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