Un día llamado Viernes.

Hoy es Viernes. Como un Robinson anónimo y cualquiera, cruza las calles de la ciudad. Mira al sol de cara (que no es lo mismo que mirar de cara al sol) con su camisa vieja (que no es lo mismo que con su camisa nueva) que ella le bordó en verde ayer (que no es lo mismo que ella le bordó en rojo ayer)…

Y recuerda sus tiempos… todos aquellos tiempos vividos en medio de la soledad. Es Viernes. Hoy, Viernes está sentado en el banquillo de los suplentes. No es titular. Sigue siendo un suplente perdedor. Pero el mister de turno (con maneras del torero Ordóñez) no sabe que Viernes no está interesado con jugar en su equipo. Viernes permanece en el banquillo de los suplentes pero no sueña en jugar contra la portería contraria, sino que su meta es montar en su barquita e ir hasta la isla de Crusoe.

Hoy es Viernes. Día para pensar en los suplentes que nunca tuvieron apenas oportunidad alguna para jugar: como Mario Vega, como Montejano, como De la Hermosa, como Lomas, como Manzanillo, como Aramburu, como Trallero… y en Burgos, mientras tanto, hay un camino que va hacia el norte, mientras un humilde colchonero sigue con sus sueños…

!Si supieran lo sucia que tienen su conciencia los que yo llamo De la Alta Saciedad!. Sí. Esos que tienen “cuatro perras gordas” y se creen flor y nata de la sociedad. Yo, sin embargo, solo tengo una “perrita”. Se llama Wendy. Es negra… pero sabe amar porque tiene La Razón entre sus patas.

Hasta a Lancelot, los indecentes directores de cierta clase de cine, lo quieren sodomizar. Son los villanos, pícaros y financieros que dan sablazos al pueblo todos los Viernes.

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