Voy… accedo al hilo de mi pensamiento. Ya voy…mmm…
No soy imprescindible. Para nadie que no sea yo…mmm…
En la vida o en la calle
hay un bar que se llama “Café-Bar Roji”, hay una señal de tráfico, una parada de autobús y un niño callado mirando al suelo; una señora pasea a un caniche llamado Triana. En el bar hay gente fumando, una mujer tomándose un café con amigos. Hay un camarero trabajando. En el tejado del edificio hay palomas con alguna pluma despuntada. En el ambiente hay humedad. Hay risas a lo lejos y conversaciones cercanas… a lo largo de la vida se ven muchas cosas.
¿Yo?¿Te refieres a ahora mismo?
Sólo veo a un niño callado, mirando al suelo.
…mmm…zmzm…mmm…
Había, en Salamanca, un colegio precioso con las hojas amarillas por todo el suelo. Se llamaba “Divino Maestro”. Mi clase daba a un patio interior húmedo y nublado. Las ventanas era grandes y, en la tranquilidad del patio, podía melancolizar hipnotizada sus esquinas solitarias.
Rezumando moho.
Yo estaba distraída, como de costumbre. Distraída. La profesora dijo mi nombre y adiviné, aturdida, que debía continuar leyendo yo.
En alto.
Leyendo en alto.
Leer en alto. ¡Yo!.
Marianela:
– y la ballena dijo: …- Silencio.
“¿Sí? ¿Marianela?”. Silencio.
La profesora:
– continúa, Marianela-,
“Y la ballena dijo:…” Silencio…
muerte… desaparición…
“Marianela, haz el favor de venir ahora mismo a la pizarra”. Marianela va.
Se acerca a la profesora y mira el libro.
Silencio.
“Lee, Marianela ¿No sabes leer?”. Silencio.
“¿Qué pone aquí?”.
Silencio. Muerte. Desaparición.
“y la ballena dijo:…”
“¡Continúa, Marianela! ¿No sabes leer?”. Silencio.
“¿Acaso no sabes hablar?¿Te ha comido la lengua le gato?”.
Marianela ya no va a decir absolutamente nada.
¡Antes la muerte, la desaparición, el silencio!
Recibe varios golpes en la cabeza con el puño cerrado
y entonces comprende que ya puede
volver al cascarón que dejó abierto en la silla
a seguir rezumando moho.
No ha pasado nada. No hay nada nuevo en mi cuento.
Ya está.
¿Que qué decía?
Ponía “la ballena dijo: ssshhhwwwrrrsss…”
Sólo tenía 5 o 6 años,
pero, joder,
lo siento y recuerdo
como si, tarde o temprano,
alguien debiera saberlo.
No quiero ser la única que ve un niño.
Me ha encantado tu texto porque no se lo que querías transmitir, pero a mi me ha transmitido tanto… Leyéndote me he sentido triste, agobiadísimo, solo e incomprendido. A mi humilde parecer, muy bueno.
Un beso.
Alguien debería saber que hay un niño callado mirando al vacío del suelo mientras la ballena engulle palabras muertas en la playa de los puños cerrados. !qué grande eres, Marianela, cuando dejas abierta la silla de las desapariciones donde me siento a leer tu texto y me sumerjo de silencios mirando al suelo!. No ha pasado nada en el bar ni en el tejado de las palomas despuntadas ni en el colegio… y sin embargo !cuánto ha pasado por las volutas del cigarrillo y la humareda del café!. !Cuánto ha pasado por la melancolía de la tranquilidad del patio y cuánto ha pasado por el trayecto de la paloma distraida!.
Paloma distraída. ¿Quién no ha sido alguna vez en esta vida una paloma distraída perseguida por la vorágine de la ballena engullidora que golpea con los puños producto de su impotencia?.