Con los ojos cerrados, sin luz, sin precisión de día o noche,
se aletargan las sensaciones y se percibe una nada posible.
Con los ojos cerrados se palpan los grumos de la pared
en un lenguaje para eternos ciegos de tacto.
Suena, en la lejanía, un imperceptible sonido de auroras.
despierta la sinceridad y se arroja a la tierra como tapiz de hierba.
Los pies descalzos palpan el soporte de la penumbra,
de lo eternamente presente en la ceguera.
Nadie sabe rebatir el ala que se eleva su vuelo
y la arcadia es un mito que sonroja la percepción.
El poeta se quita la venda de unos ojos secos y sus lágrimas
esgrimen razones paraser constantes en su lento caminar.
Libros que se acurrucan sobre la estancia,
y el humo acompasado de un ausente juego de piano y bagatela.
No, se dice la consciencia, y se repliega como un suspiro sobre
la terquedad de un existir constante.
Y la vida, la vida juega sobre su propio equilibrio y se asombra
y asombra y acontece que un sol inesperado ciega de nuevo
toda la radiente noche y se amplía la extensión del pálpito
y una tras otra, la y se hace el nexo único y la conjunción planetaria
que nos acerca a la luz.
3 comentarios sobre “Un nuevo retorno al Paraíso”
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Quizás soy yo, pero este vorem hoy me huele mucho a humano (siempre es así, pero quizás hoy un poco más), suerte Grekosay que tu precioso poema me huele a humano acercándose al paraíso, a esa luz, un abrazo
Ceguera visionaria.
No puedes imaginar como hago mías tus palabras y qué clarividencia en tu ceguera, pues anoche yo escribía un poema que comienza:
“quiero ser ciego en el amor,
quiero que vendes mis ojos
y que seas mi guía
en esta senda oscura
de la vida…”
Pero es tan personal que no pensaba publicarlo, pero si comparto las primeras palabras, porque me sorprenden siempre nuestros mutuos lugares comunes.
Magistral.
Es precioso Grekosay.