Un preludio a lo Chopin

Existe un lugar español dentro de la pequeña historia de los gorriones urbanos. Una historia donde las veletas de las altas torres y las fortalecidas almenas señalan hacia la cúpula de la sensibilidad del mundo de los bohemios del Arte, que están, en dicho mundo, arrebatados por sus creaciones sensibles.

Sinceridad conmovedora que anida dentro de sus corazones nobles ajenos, todos ellos, a las envidias y murmuraciones del resto. Todos ellos y ellas, los bohemios de la noche sin vicio alguno, escriben con inocultable vigor de hombres y mujeres con fe.

Y con ese tinte que se filtra a través del humo de sus cigarrillos se van formando los nombres de lo translúcido de sus poemas. Son sus propios ensueños de madrugada.

En todos ellos y ellas se hallan unos corazones a la izquierda que esperan la llegada de las estrellas para crear romances de ilusión. Todos ellos y ellas se visten de los colores del jilguero, del canario, de la gaviota y del gorrión.

Cuando llega la noche, los bohemios y bohemias del Arte nada más, escriben poemas bajo la Luna mientras se escucha un preludio de Chopin.

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