Tengo dos monedas
una flaca y otra gorda.
Con la flaca no hice mucho
y con la gorda dos piedras
mayores con voz y sin alma.
La flaca por avergonzada
escondiéndose en el saco
de mi bolsillo quédese
abandonada.
La gorda por pesada
buscando admiración
que no es y sin hallarla,
a otra chaqueta fue a correr.
La flaca por discreta,
escondida pero en cautela,
pegándose a mi calor,
hablándome sin hablar,
cuénteme en el oído
que llega para una flor.
Por pena pero
sin llanto
y sin otra que obedecer
cómprele yo un clavel
a una hermosa mujer.
La gorda queriendo
volver
y diciendo yo que no,
en muestra de su valor
soltando un claro no
échese a arremeter.
La flaca por lista
y por amar,
pase yo a recordar
en una tarde de verano
que me fui yo a enamorar.
El amor nos sorprende siempre en medio de un momento en que dialogamos con nuestra doble dualidad. Entre la carencia y la opulencia siempre es la primera la que nos hace ser más amorosos.