Una noche muy especial.

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El padre miraba a través de los cristales como las gentes del vecindario iban y venían sin parar. Unos y otros se dirigían a distintos lugares a celebrar la noche de fin de año.
Había un pequeño grupo que iba a iniciar la fiesta en los bajos del edificio colindante, la música se escuchaba en toda la calle. El ambiente era una gran fiesta, el viejo año tocaba a su fin y ellos estaban cada día peor.

Hacía dos años y medio que se encontraban en el paro los dos. Los tres hijos pequeños se llevaban parte de los ingresos que entraban en casa. Apenas les llegaba para pagar la hipoteca y los gastos del hogar. Marido y mujer se dedicaban a coser para una casa de confección de ropa de muñecas. Una vecina les dejó una máquina de coser. Un mes les costó reunir el dinero para poder comprar un motorcillo y así coser más deprisa. Les pagaban una cantidad irrisoria por cada pieza terminada. Pero no había otra cosa

Aquella noche tan señalada era para ellos una noche más. Un vaso de leche con pan migado sería la cena para cada uno de los cinco.
El hijo mayor ( 7 años) al ver la algarabía que había en la calle le preguntó a su padre.
_ ¿ Papá, por qué esas personas cantan y ríen y nosotros nos vamos a la cama tan pronto?…yo quiero quedarme y cantar también.
El padre no sabía ni que decirle a su hijo, no tenían nada que llevarse a la boca que pareciera una cena de fin de año como la de los demás. Llamó a su mujer y le dijo que preparase algo lo más especial posible , sus hijos y ellos iban a celebrar el fin de año como todo el mundo a pesar de todo.

Se le vino la casa encima, ¿Qué hago? …no tengo nada para poner en la mesa. Buscó en la nevera, en la que una botella de leche se sentía mas sola que la una, solo estaba acompañada de un plato con un poco de pollo que guardaba para hacer un poco de arroz al día siguiente.
Decidió freir el pollo y acompañarlo de unas patatas. Los trocitos de carne bailaban en el plato. Rebuscó en la despensa, en ella encontró una lata de mejillones, unas olivas, unos mantecados que le dieron unos familiares el día de Navidad, unas cuantas de nueces y nada más.
Preparó la mesa lo mejor posible con las “maravillosas “ viandas que en ella puso.
Su marido puso la música que les acompañaría en la cena. Los niños estaban muy contentos de poder celebrar el fin d año como todo el mundo, con poaca cosa eran felices.
Se sentaron a comer. El hijo se fijó en el plato de la madre y dijo.
_¿ Mamá por qué solo tienes huesos en tu plato?.
_ Me encanta el sabor que tienen , la poquita carne que les rodea es de lo más sabrosa que hay…
Y siguieron cenando, bebiendo, celebrando y cantando como todo el mundo.

Solo de ver la felicidad de sus hijos se sintieron la familia más feliz de todo el barrio.

A las doce despidieron el año viejo y dieron la bienvenida al nuevo, pidiendo en silencio todos el mismo deseo.
Deseo que llegó a cumplirse al cabo de pocos meses.

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