Una voz interior

Paseé mis viejas botas por calles góticas, de excelsas catedrales románicas, de interior de oropeles rococó, y en el exterior de sus puertas la miseria limosneando… Niña no vayas descalza…hoy hay pelea de gallos…Pulsé teclas para expresar sentimientos. El mundo sigue mojado por la eterna lluvia que abatió ayer sobre las almas de los desamparados… Flores secas en el jardín…silvestres en el jarrón. Paredes pinté, tierras sembré…cruces coseché para marcar mis defunciones…En la parada del bus me encontré con el pasado.

Y por fin tu sombra escapó lejos…para no ser testigo de actos violentos. Una de las últimas veces que se suicidó, escuchaba la doliente canción del primer amor…era joven, estaba enamorada…y la vida le sonreía…La plena efervescencia de conocimientos en la adolescencia. Quién fuera adolescente para no entender a los mayores…de los niños aprende, de los adultos…procura olvidar. Hace tiempo que vivía en el mismo ayer. Seis garabatos de melancolía y un vaso de sangría bien fría…No quisiste abrir los ojos al nacer, ahora tu mirada es triste…curiosamente palmaste con la mirada abierta, nadie logró cerrar tus párpados cosidos…Al velatorio acudió mucha gente… ¿Te querían tanto o era por los platos de raciones que mamá guisó…?
Existen fronteras en las ciudades, enterradas bajo fríos mares salados, separadas, por diques que endulzan con las lluvias del tiempo, las aguas de la otra parte de la vida. En la mañana…todavía deambulando vestigios de madrugada. Y todo ocurrió sin música.
Natacha recoge sus recuerdos y los guarda en una caja de zapatos, sale de la habitación y se encuentra suspendida en una nube azul turquesa…pasea (siempre con la caja de cartón en las manos) entre luces ensordecedoras…Gime, amarga espina la que contamina.
¡Chhist! Silencio a granel.
-Por favor ¿Dónde estoy?
Se pregunta…pero no sabe responderse…
Calles de niebla pueblan este presunto cielo inmenso. Marea tanto candor y si mira hacia abajo cunde el pánico, siempre tuvo miedo a las alturas, pierde el equilibrio sobre un lago helado, y patinando se ve reflejada en él.
-¿Soy yo? ¡No me reconozco! ¿Por qué?
Una voz interior le dice:
-La que tú crees ser es la que se encuentra en la cajita de cartón, esos trocitos de fotografías rotos, flores secas, cartas sin contestar, números de teléfonos borrados, nombres olvidados…
-¿Qué se supone que debo hacer pues?
-Deja la caja y sigue tu camino sin mirar atrás…
Así lo hizo, enterró sus recuerdos bajo nieve resplandeciente, y antes de marchar vio cristalizar sus pensamientos y se esfumó la memoria en la siguiente esquina.
-Desde entonces no sabe quién es ni conoce a nadie, la pobre.
En el sanatorio, la enfermera habla con una paciente vecina de Natacha.
-Su voz interior la engañó…la mayoría de veces es mejor no hacerle caso.

-11 septiembre 2010-

Un comentario sobre “Una voz interior”

  1. ¡Excelente Kim! Con este texto has cruzado la línea que rebasa lo bueno y pasa a convetirse en excelente. Me gustó ese recorrido que haces sobre sentimientos hundidos que renacen en alguna esquina. A mí me gustan también las esquinas donde el amor y el dolor se unen en una sola imagen. Posiblemente hasta estemos hablando de algo que no sabemos cuán de profundo es. La próxima vez que esté escribiendo en una cafetería de esas esquinas que me gustan tanto pensaré en este texto, Kim. Porque es excelente.

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