Universidades o cárceles

¿Dónde está la juventud actual? En todas partes, pero existen dos extremos donde muchos jóvenes aprenden cómo vivir y construir su futuro, que es nuestro único porvenir: Los centros de enseñanza y los centros de reclusión. Elegimos estos dos polos radicales, más relacionados de lo que pueda parecer a primera vista, para cuestionarnos algunas preguntas clave de cualquier sociedad:

¿Qué preferimos gastar en universidades como Harvard o en cárceles como Alcatraz?, o ¿qué necesitamos más estudiantes o más presidiarios?

Veamos algunos datos ordenados por países de referencia. En Estados Unidos, la población reclusa asciende a más de 2,1 millones de presos, mientras que cada año finalizan graduados 2,4 millones de estudiantes universitarios. El coste por alumno, en las universidades más caras (Princeton y Harvard) es de 23.000 dólares por curso, mientras que el presupuesto promedio por cada presidiario interno asciende a 30.000 dólares anuales. Es cierto que EE.UU. por su inflexible política penal se ha convertido en el mayor centro penitenciario del mundo occidental, con un total de más de 5 millones de convictos en prisión, libertad bajo palabra o libertad condicional, es decir, el 2,7% de la población adulta, con un coste reconocido de más de 8,000 millones de dólares anuales. Desde 1980 se ha triplicado en número de reos, y cuadruplicado la cifra de presas. Estudios recientes sobre cárceles y universidades norteamericanas revelan que la construcción de prisiones ha crecido en la misma medida en la que han decrecido las de facultades. También está aumentando significativamente el número de instituciones penitenciarias privadas, mientras persisten los problemas de hacinamiento y falta de personal que mantienen inhumanas condiciones carcelarias.

En España acuden casi 1,5 millones de estudiantes a las aulas universitarias, si bien no todos concluyen sus estudios. Egresan titulados menos de 300.000 graduados al año. La población reclusa en las cárceles españolas ha aumentado en un 21,2% desde 2000, pasando de 45.309 en ese año a 54.910 a fecha de 15 de agosto de 2003, según datos de la Dirección General de Instituciones Penitenciarias.

Seguramente deberán ser adoptadas muy diversas medidas en materia penitenciaria, para que la prisión no pervierta sino que redima, para que decrezcan sus condenados. El endurecimiento de las penas no siempre ha logrado su principal objetivo de reducir el nivel de actos delictivos. Las mejores medidas son las preventivas: Sólo la educación rescata tempranamente, incluso a quienes por pertenecer a las minorías desfavorecidas estarían predestinados a la marginación.

Existe una forma de terrorismo que realmente ambiciona la destrucción de cualquier sociedad: la incultura y la ignorancia, de la que sacan provecho algunos. Para arruinar el futuro de cualquier país basta dejar sin educación apropiada a los niños y los jóvenes, herederos del presente, haciéndolos vulnerables al desempleo, a las drogas y al crimen. Sólo la movilización de toda la sociedad evitará este peligro real que acecha al mundo entero. Las escuelas que construyamos serán las cárceles que no tendremos que edificar. La inversión educativa es la salvaguarda de la paz, de la convivencia, y de la equitativa prosperidad para todos.

Algunos dirigentes políticos parecen preferir luchar contra el terrorismo sólo con armas y presupuestos militares, con la única forma de la represión que genera más odio y más confrontación. La mayoría preferimos métodos pacíficos, educativos, de cultura y de respeto, basados preferentemente en el diálogo y en el conocimiento mutuo. Los educadores y los padres, las familias y la ciudadanía, todos nosotros debemos dejar de ser los sempiternos náufragos del mundo, y convertirnos en los navegantes que guíen el rumbo de la sociedad.

Mikel Agirregabiria Agirre. Escritor
www.mikelagirregabiria.tk

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