Ya que a Wersemei parece que le gustan mis relatos sobre Polonia, he decidido, una vez que ha pasado el tiempo suficiente para que las sensaciones se posen y se analicen aspectos que ni en el propio viaje ni recién regresados tienes claros, hacer un recuento de las experiencias que nos aportó el mismo.
Varsovia me pareció una ciudad muy dinámica, que ha debido experimentar grandes cambios en su fisonomía en los últimos años. No me refiero a los edificios, sino al equipamiento de la ciudad, a la publicidad en las calles… Hay parques maravillosos que contrastan con los comercios a encontrar en cualquier ciudad europea, de ropa, perfumería… Hay al menos dos tiendas de Zara.
Estábamos en un complejo hotelero rodeado de jardines fuera del centro, por otra parte muy cómodo porque justo al lado había una parada de cinco o seis autobuses. El hotel estaba muy bien, aunque sin lujos excesivos, el buffet del desayuno espectacular porque como ya sabemos por Centroeuropa la gente devora a eso de las siete de la mañana. Comen hasta macarrones, huevos revueltos, etc. …
La parte antigua, totalmente reconstruida y muy bien por cierto, engloba el llamado por unos Camino Real, por otros la Milla de Oro (me gusta más la primera opción) y está totalmente reconstruido después de la II Guerra Mundial. Los edificios, incluyendo el Palacio Presidencial, son preciosos. Hay una iglesia que está en proceso de rehabilitación, por lo cual sólo pudimos ver la fachada cubierta con una copia de la fachada original. Fondos de cohesión de la UE, porque aunque no están aún en la zona Euro, tienen derecho a percibir esos fondos.
Hay en el gueto una calle que han mantenido tal como quedó al final de la guerra, con las fachadas cosidas a disparos, todos los portales y comercios cerrados desde entonces. Es deprimente pero al tiempo es un testimonio válido de lo que allí pasó.
Las comidas fuera del hotel (una cosa muy ligera a mediodía, dada la abundancia del desayuno, aunque no comíamos ni la cuarta parte que la mayoría) y luego una cena, a veces en el hotel o en los alrededores, tampoco fuerte por aquello de cenar como un mendigo. Entre medias, algún café con bollo, que son riquísimos en Polonia.
Los precios muy favorables yendo con euros, fuimos cambiando de cincuenta en cincuenta euros cada uno y nos daba de sí lo suficiente. En los comercios los dependientes no son muy amables, residuos del anterior régimen. En la calle, la gente mayor rehuye hablar cuando se le pregunta una dirección. Los jóvenes hablan inglés, algunos francés y otros alemán, aunque más los mayores en Cracovia por la ocupación nazi.
Otro día hablaré sobre Cracovia, que merece capítulo aparte. Aunque a todos los que conocen ambas ciudades, incluida mi amiga polaca de Varsovia, prefieren Cracovia, yo me sentía mejor en Varsovia.
Pues calro que m egusta que nos cuentes tus relatos sobre los viajes que te montas…jajaja.
Siempre es un placer acompañarte por esos lugares tan maravillosos.
Espero el de Cracovia.
Un beso y gracias por tus palabras, eres demasiado exagerada 😉
Bonita manera de conocer mundo con tus comentarios, aunque lo importante es que te hayan hecho feliz, un beso