Vermut a las 9

Noche. Inmigrantes de pie en los semáforos y soñando con elefantes. Los cayucos siguen hundiéndose en la alta mar y la mar se llena de náufragos que van llegando al “apartheid” de los semáforos.

Estoy dentro del bar La Calle. Fuera, en las duras aceras de la calle, el derecho del verbo estar se dibuja en las drogas a un euro la pastilla. Los policías arrestan indocumentados y persiguen a las mujeres desesperadas que portan heroína en sus vaginas o en bolsas de silicona debajo de la piel.

El espacio en La Calle se está llenando de humo, una andanada de improperios suelta un fanático del Barsa que está siguiendo el partido por la tele. Los inmigrantes siguen de pie junto al semáforo. El vermut me está sabiendo a ceremonia de la incomprensión social y pasa por mi organismo raudo e interpretativo mientras no se me ocurre otra cosa que escribir que esta noche la mar está llena de sangre.

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