Virus (segunda parte)

No sabía cómo tomármelo, pensé que todo era una broma pesada de las muchas que vagan por Internet, o de algún conocido mío que ve la gracia donde realmente no puede existir; de todos modos, era demasiado macabra como para ser una broma de mal gusto.
“Le dedicaré un par de minutos, luego cuando vuelva de dar una vuelta”. Pensé, así que esperé un par de minutos más a mi compañero y nos fuimos a dar ese paseo.
Los paseos con mi compañero de piso se habían convertido en uno de los pocos contactos sociales que me unían al mundo durante los días de diario, hablábamos de cosas banales, chicas, coches y fútbol, lo normal en dos personas de unos veinte-pocos.

Fue una mañana normal, aquel día nos acercamos a un par de tiendas de ropa y poco más, todo era simple y repetitivo, no podía esperar más de una persona que su mayor diversión en la vida era encerrase en su cuarto con dos amigos, una botella y un par de gramos de cocaína. Aún así, éste adicto a casi todo, me hacía compañía y me mostraba que todavía había gente que creía en los valores de la amistad y la familia por encima de todo.
Llegamos al piso a mediodía, como de costumbre él se quedó viendo la tele, cualquier cosa servía, yo me fui a “mi espacio” y puse en marcha el ordenador. Lo primero que pensé es cómo narices iba a conseguir decirle a una chica que no conocía de nada que estaba en peligro, que esta noche moriría, y más aún que no me denunciara por ello. Así que lo descarté por completo, sólo abrí el correo recibido y miré la foto de la chica. A lo mejor la conocía. “Esto es una ciudad pequeña y ya llevo bastante tiempo como para conocer a mucha gente”. Pero nada, la foto era grande, ocupaba casi toda la pantalla, y estaba bastante clara, en ella me mostraba una chica en un paraje de montaña que reconocía vagamente, la chica sonreía a la cámara y por las ropas que llevaba seguramente era de verano. Debajo de la foto sólo aparecían dos datos, su supuesto nombre y su dirección de correo electrónico. No sabía cómo hacer, así que lo dejé. “Un tío que se aburre mucho y se dedica a coger fotos de Internet y a enviárselas a la gente tratando de recopilar datos o a saber, ni caso, lo mejor es pasar. Esta noche todo seguirá igual, y el imbécil éste ya me ha quitado tiempo”. Pensé y aún así le contesté el correo de una manera poco sutil, pero dejándole claro que se fuera con tonterías a otro.
Después de esto abrí una página de foros de coches en la que solía participar, me gustaba leer los comentarios de la gente, o ver como algunos defienden la marca de su coche como si fuera ésta última quien le pagó a él por el coche y no al revés; el mundo de los foros de Internet, me resultaba curioso, podías aprender mucho y también dar tus pocos conocimientos a gente que esperaba lo mismo del resto, sólo me puse una norma, no hablar de política, y eso en foros de coches era bastante fácil.
Al rato de estar navegando, me llegó un aviso de correo, otra vez en inglés, que decía que mi último envío no pudo ser realizado, “vaya mierda de servidores, me voy a comer” es lo que pensé. Me preparé un poco de comida precocinada, y me senté un rato a ver la televisión, no es que me gustara realmente, pero había un par de programas de humor que seguía a diario.
Era ya por la tarde, el frío empezaba a hacerse más notorio, pero a mí eso me importaba poco, me arreglé y cogí un abrigo para salir de casa. La cafetera estaba rota y mi café de por las tardes era “sagrado. Por las tardes solía ir a una cafetería del centro y me quedaba hablando con la camarera, era un local alargado, mal decorado y que no registraba mucha afluencia de gente, por eso me gustaba, prefería los locales vacíos en los que nadie molestara, además la camarera tenía una conversación fluida y el café era realmente bueno y no demasiado caro. Entré y saludé como de costumbre, antes de pedirlo, ya tenía el café puesto encima de la barra, y como siempre la camarera y yo empezamos a hablar, con ella se podía habar de todo, yo me quedaba mirándola y asintiendo con la cabeza mientras ella me contaba sus viajes, los problemas con sus amigas, la última película que había visto o el último disco que había escuchado, la verdad es que era de las pocas chicas con las que tenía relación y estaba seguro que podría haber pasado algo si hubiera sido capaz por lo menos de intentar quedar con ella. Yo siempre pensaba que no había momento para decírselo, o que me rechazaría. Sólo trataba de buscar una excusa a mi falta de confianza hacia la gente.
Se hizo de noche y la lluvia empezó a hacer aparición a modo de diluvio, llovía bastante y sabía que como siguiera lloviendo así lo mejor sería no darme el paseo en coche, una pena.
Encendí de nuevo el ordenador, y mientras se ponía en marcha preparé todo el ritual, un vaso grande de leche, el cenicero limpio y el paquete de tabaco cerca con un mechero que funcionara, nada más introducirme en la red, me llegó la notificación de un correo nuevo, la dirección era la misma que la de la noche anterior, una amalgama de letras, y el asunto en esta ocasión era distinto: “el tiempo se acaba”. Decidí borrarlo directamente, sin ni siquiera abrirlo, y seguí buceando entre marcas, modelos y tipos de motores. A las doce menos cinco empezó a sonar el móvil, otra vez un número oculto, la diferencia es que esta vez si contesté:
– ¿Sí?
– Hola – dijo una voz masculina, ronca, que no relacioné con nadie conocido.
– ¿Quién es?
– ¿Todavía no sabes quién soy? Eres más lento de lo que yo pensaba, ¿no has leído mis mensajes?
– ¿Qué mensajes? Dime quién eres lo primero y ya después hablamos, si no…
– Si no… ¿Qué vas a hacer? Dímelo. Mira el tiempo se acabó, por tu culpa va a morir, esfuérzate más la próxima vez
– ¿Cómo has conseguido mi número? Mira imbécil, déjame en paz, eres un chalado.
Y colgué, aquella conversación me puso nervioso, su voz irradiaba algo que no me gustaba nada. No sabría definirlo con claridad, pero me hizo pensar que tal vez ese tío no iba en broma. Me encendí otro cigarro y esperé a que se calmaran mis nervios, tomé una decisión fácil y sencilla: llamar a la compañía telefónica para que me diera el número de la última llamada que tuve.
– 475 Le atiende Mónica, ¿en qué puedo ayudarle?
– Mire Mónica, me han hecho una llamada desde un teléfono y querría conocer el número que la hizo, ¿es posible?
– Lo siento señor, pero esa información no se la puedo facilitar.
– Es que se ha cortado la llamada y era algo urgente, si fuera usted tan amable.
– Lo siento señor, pero esa información no se la puedo facilitar.
– Señorita, estoy pagando un dineral de teléfono y cuando necesito algo me lo niegan, ¿en serio que esto es atención al cliente?
– Es que esa información no me consta, lo siento.
– Buenas noches.
Y volví a colgar, enfadado por no poder conseguir el dichoso número, y más enfadado aún por el tono cortante de la operadora, “Las empresas de teléfonos siempre son capaces de sacar lo peor de nosotros”. Pensé y seguí a lo mío, no le di mayor importancia al loco del teléfono aunque me quedó la intriga de cómo lo consiguió, pensé que todo era una broma de alguien que yo conocía y que tenía mi dirección de correo y mi número de teléfono, las chicas de las fotos podrían ser sus primas amigas o cualquier persona que haya puesto sus fotos en Internet, es algo bastante fácil de hacer y que no me produjo la mayor duda: “Es una broma, sólo eso una, jodida broma de mal gusto”. Pensé mientras veía como la lluvia remitía en intensidad. Era el momento de sacar las llaves del coche y dar una vuelta para calmar los ánimos.
Me desperté con la boca seca, la noche anterior fumé más que de costumbre, me bebí un vaso de agua y me duché tranquilamente.
Una vez en la calle me fui a tomar mi rutinario desayuno en uno de los bares cercanos al piso, era una zona en la que sólo había bares y tiendas de ropa, por lo que tenía donde elegir. Mientras esperaba la tostada, me paré a leer el periódico local que abría su edición con un sorprendente titular: “Segunda chica asesinada en dos días”. Me quedé en blanco, no sabía como reaccionar, abrí el periódico y en la segunda página hablaban más extensamente sobre el crimen:
“Anoche alrededor de medianoche se produjo el segundo asesinato en nuestra ciudad en poco menos de 48 horas, la víctima también vivía en un piso de estudiantes y en este caso también se encontraba sola. Se halló la ventana del primer piso, sito en la avenida de Colón, rota y con signos evidentes de haber sido forzada desde fuera, la Policía y la Guardia Civil no descartan un asesino en serie aunque no quieren hacer declaraciones al respecto todavía.
La chica era natural de un pueblo de nuestra provincia y se encontró en el suelo de su habitación, lo sorprendente del caso es que el ordenador estaba encendido lo que suponía que la chica estaba haciendo uso de él, al igual que la primera victima del día anterior”.

4 comentarios sobre “Virus (segunda parte)”

  1. Yo estoy deseando leer esa tercera parte…, y las que vengan, no tardes. Igual si lo alargas lo suficiente podrías montar una pequeña gran novela…, un abrazo Ruben

  2. Gracias de nuevo, desde aquí quería pediros algún consejillo y,sobretodo, paciencia, ya que estoy algo atascado con el final. De todas formas aprovecharé el fin de semana para avanzar, o al menos, eso espero. Un saludo

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