Abrió los ojos en medio de la marginación de su poética propuesta. Todo un mar de odas se agitaba en el sempiterno océano de sus neuronas. El mundo se deconstruía como un código mecanicista reinventado cuyo epicentro era todo lo que él sentía como propuesta inalterable para saludar a las evidencias de su realidad. Demasiado juntos todos sus sentires como para poder brindarse la oportunidad de no estar colocado en el recalentamiento global de su cerebro. Entonces se sintió Dios y exclamó: !Hágase la Nostalgia!.
Quiso cantar una melodía alternativa para desvincularse de la obvia aridez en que se encontraba su oscuro encanto. Él también tenía algo que decir y se propuso un axioma: “Según van pasando los minutos el vigor sonoro se acentúa creciendo o decreciendo al compás de las horas”. Y es que se sentía viviente naufragio dentro de un ancho vaso lleno de líquidas interpretaciones. Posiblemente había bebido demasiada Ilusión y ahora sólo necesitaba ser rescatado por alguna rumorosa ola que le hiciese desembocar en la playa de lo infinito; de tal modo que la penetrante sensación de vacío fuese el inicio de un nuevo ciclo en su existencia por conquistar. Volvió a sentirse Dios y exclamó. !Hágase la Esperanza!. Lo dijo con la mayúscula E de toda su Expresividad…
Un comentario sobre “Viviente naufragio”
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Tu bello relato me hace meditar. Imagino un espacio de vida donde tu protagonista debe reinventar algo así como una manera de expresividad sincera. Te felicito por el logro lírico y filosófico que alcanza tu texto.