Y el viento alegre juega con tu cabello negro y mineral y te transformas en un nuevo soñar tan alto que asciendo hasta la cima donde las estrrellas están besando al rocío para despedirse en este amanecer. Me quedo hablando, sin voz, poemas… poemas hacia el horizonte. Y desde el horizonte me llegan las dos palomas de tus ojos, profundos ojos, blancas palomas, grandes ojos de mirar hacia este mi viaje entre el agua y la luna. El agua del mar. La luna del cielo. Y, en medio, mi cuerpo terrenal donde el alma me amanece en un llegar contigo hasta la espesua del bosque.
Caminan mis acostumbrados pensamientos de amar en esta aurora donde las multiformes y multicolores figuras del alba encienden este descanso de ser sólo un poeta componiendo letras vivas. En el recodo del camino las palabras quedan escritas en el desapego intenso de los pájaros del alba. Y me vuelvo a soñar otra vez dentro de ti en este estar contigo en el lenguaje de las metáforas pequeñas que sólo tienen como principio el silencio de los abedules.
Entre el cobrizo color de la colina mis experiencias me hacen recorrer todos los sueños. Sueños rojos de pétalos de amapolas. Sueños rojos de sangre de flores abiertas en esta hora unánime de vigilias. Con la combinación de todo lo por vivir encuentro el camino para poder emprender la marcha hacia el infinito de los lejanos robledales donde los campesinos faenan y laboran sus tierras vírgenes con el germen de sus futuros. Paso. Yo paso en silencio por los ueblos adyacentes y me penetro en el misterio.
No hay más mundos que este tuyo dentro de mi corazón. El resto del mundo me es solamente una ficcíón vacía y sin sentido. Juan Ramón Jiménez se despide de mí quitándose el sombrero mientras Platero, suelto, camina hacia la colina. Si hablara… si hablara Juan Ramón Jiménez de mis palabras un par de lágrimas de hombre surgirían de su rostro pero yo me despido de su nostalgia. El poeta me ve pasar y me dedica una leve sonrisa que es, para mí, un breve saludo más importante que cualquier premio literario. Una manera de poder escribir poemas en algún cuaderno escondido en los tiempos de mi infancia… y él se queda esperando a que vuelva. Pero yo ya he crecido tanto en los intensos caminares que estoy muy lejos… muy lejos para poder regresar. Y en la alargada sombra de un pino Juan Ramón Jiménez duerme su siesta profunda. Yo sigo aún siendo sólo un pedazo de alba de la vida.
Conozco cómo se pueden agitar las pequeñas retamas cuando acaricio sus sentimientos pero solo me acompañas tú en este breve pensamiento de mi corazón. Cada cuál juega con sus propias fuerzas a esta experiencia de poder vivir. Y cada cuál recoge sus propios silencios y los convierte en palabras vivas y con voz que, en algún lugar lejano, están cantando los poetas de las canciones nunca olvidadas. No. Yo no olvido mientras las estatuas del parque se quedan observando cómo avanzamos hacia el alba del amanecer.
Hemos tomado el agua del mar y hemos tomado la luna del cielo y hemos podido componer una escultura llena de vida que es la meta deseada por nuestros comunes sueños. Cada cuál es libre de elegir a qué clase de sueño desea pertenecer. Y yo y tú y nuestras vidas han elegido la existencia. Lejos, allá donde los pueblos pierden sus nombres para ser sólo agrupaciones humanas nada más, yo los nombro según el capricho de tus propias metáforas. Y al viento lo hago recorrer la bahía donde el poeta onubense descansa sus poemas. ¿Y los míos?. ¿Dónde habitan mis propios versos si no es en la profundidad de tu corazón?. Sí. Están ahí dentro. Defendidos del paso de los años por esa especie milagrosa que es la Poesía cuando no se escribe, cuando sólo se siente en cada una de las palabras escritas sobre los romeros y el limonar. Juan Ramón Jiménez está dormido… pero yo sigo caminando hacia la vida inexpugnable de todos los misterios del poema infinito. Por eso no tengo capacidad alguna para poderlo escribir. Nadie posee el don ni capacidad alguna para escribir el poema infinito… pero se puede conseguir hacer infinito el sentimiento. Esa es la costumbre de mi pasar por al lado de los seres humanos en silencio, en un profundo silencio, para que no se den cuenta de a quién estoy soñando.
Este clavel del campo abandonado, aquella fuente del pueblo sin vida, el camino que nadie quiere ya volver a hollar, la nube gris de la que todos huyen. En todos ellos escondo mis palabras y guardo silencio mientras recorro poco a poco, lentamente, el paso de mi sentir entre las calles repletas de sueños ajenos. Cada cuál tiene sus propios sueños y cada cual tiene la libertad de poder escribirlos en alguna hoja de papel más o menos lujosa. A mí me da por escribirlos en cada centímetro de tu piel y así quedan grabados para el eterno soñar.
El paisaje toma luz porque la luz es el paisaje. !Si pudiesen comprender esto las gentes quizás no tendriamos que soñar tanto sino sólo dedicarnos a vivir!. Pero cada cual sigue el camino o abandona la búsqueda del infinito. Yo me represento solamente en ti, yo me acreciento solamente en ti, yo me eternizo solamente en tí. Lo otro, lo del clavel del campo abandonado y la fuente del pueblo sin vida y el camino que nadie quiere ya volver a hollar y la nube gris de la que todos huyen son espacios de materia donde puedo grabar versos sueltos; pero la verdad de mi poema infinito sólo eres tú.
Sin palabras posibles, porque no existen en los diccionarios de ningún lenguaje, he aprendido a escribir los propios verbos de mi corazón mirando a las gentes pasar hacia no sé cuál destino. Sin palabras posibles, porque no existen en los diccionarios de ningún idioma humano, me he podido convencer que el poema infinito sigue siendo este silencio de anónimo caminar entre las brumas del alba de este continuo amanecer. Y amaneciendo aprendo a calmar la sed de mis cansancios…
Ya estoy aquí. Al menos yo ya estoy aquí soñando. Muchos creen que no es posible soñar imaginaciones ni fantasías porque consideran locuras de un Juan Ramón Jiménez dormido junto a un Platero blanco. !Si supieran que no es Juan Ramón Jiménez quien me dicta sus palabras quizás entenderían la verdad de este misterio!. Pero sigo escribiendo frase para el poema infinito. “Sólo creo en las alas de los pájaros para poder volar”. Y el viento alegre me sonríe.