Y entonces llovió la música.

Ella era ciega y no deseaba cantar, para nada, a la vida… a esa vida oscura a la que tanto estaba acostumbrada. ¿Para que cantar a la oscuridad si en la calle todos comerciaban sus carreras hacia metas mercantiles?. No. Ella no quería malgastar sus cantos de oscuridad porque estaba segura de que nadie se detendría ni un sólo momento para escucharla.

Fue uno de esos enésimos días de impasibilidad ante el destino cuando el poeta se acercó a ella. Llevaba en su mano derecha una flor roja y en su mano izquierda un collar de perlas blancas.

– ¿Qué quieres elegir, la flor roja o el collar de perlas?.

Ella, pillada de improviso, improvisó una respuesta.

– Sólo quiero tu canción nada más.

Entonces el poeta cerró los ojos para penetrar en la misma oscuridad que ella y le narró una parábola.

– Entre las gentes presurosas había una vez una chiquilla que podía oler las flores rojas y ponerse, como adorno, un collar de perlas blancas. Pasó entonces, junto a ella, un caballero audaz que le propuso irse con él hacia la colina de los deseos verdaderos. Ella deseaba sólo amar.

La niña ciega soltó un par de lágrimas sinceras y preguntó al poeta.

– ¿Amar?. ¿Qué es amar?.

El poeta le besó dulcemente en los labios.

– Esto es amar más allá de la oscuridad. Toma mi flor roja y póntela en tu hermoso cabello y adornate con este collar de perlas blancas para que sepas que los besos también se adornan cuando existe el amor.

Ella entonces le pidió al poeta que le colocase él la flor en su cabello y le adornase él con aquel collar de perlas. Y así lo hizo el poeta.

Entonces ella le tomó las manos y le pidió que le acariciara el rostro para poderlo definir.

El poeta acarició el rostro de la niña ciega y definió.

– Eres la belleza hecha silencio y, auque los demás tengan miedo de mirarte, superas en mucho a las mujeres de lo puramente comercial. Estás hecha para la poesía y por eso vendrán los pajarillos a cantar junto a ti. ¡Canta!. ¡Canta, por fin, niña de mis sueños!.

Y entonces llovió la música cuando ella pudo verle con total nitidez.

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