Y pasan las horas como un tren de recuerdos que traspasa el túnel de los sentimientos y se afloran en la piel los minutos de este silencio entre la luz y la sombra como si de una tarde de duelo taurino se reflejase en las pupilas del atardecer. Entre las nieblas y el viento se escucha el leve sonar de un campanario que, en la lejanía, repica sus súplicas de paz en el corazón del tiempo. Pasan las horas y los vencejos sueñan en la arboleda. Un riachuelo de sonrisas blancas va serpenteando por las laderas de la monotonía y bulle un corazón intrépido en el centro del bosque. Los duendes flotan por el aire y una fragancia de tomillo y canela endulza a la memoria de las margaritas. Hay una especie de fuente elevada en la cota más alta del nevero…
allí donde mis sueños se quedan durmiendo una siesta enmudecedora que atruena mi consciencia y me hace meditar como un filósofo machadiano sobre la existencia de los arpegios de tu corazón. En este atardecer duermo silenciosamente mientras el perro de un hortelano me ladra desde la lejanía. Escucho el zumbar de las moscas que acuden, en tropel, a las matas donde el viento se enreda con las adormideras. Duermo y sueño…
2 comentarios sobre “Y pasan las horas…”
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Gracias Wersi… por estas palabras y otras muchas más…
Sigue soñando y dejando pasar las horas… sigue escribiendo y aportando palabras que engrandecen el alma de quien las lee.
Un beso