!Y siempre se rompía!.

Cuentan los más viejos aficionados del fútbol madrileño que, en el Campo del
Gas, hubo una vez un llamado jugador (simplemente llamado jugador) al que se le conocía como el “Chuleta”Machón. El citado Machón dábaselas de centrocampista rompedor y artista e, igualmente, de genial conquistador de aficionadas que, sentadas en las gradas de madera, le aplaudían y le vitoreaban constantemente. El “Chuleta” Machón, al que dirigía hasta con toda clase de “amores” el Míster Ordóñez y al que admiraba hasta el “éxtasis” el portero suplente Saturnino.

El “Chuleta Machón” se miraba y se remiraba en el espejo de los vestuarios y, aunque su equipo el HispanoAmericano había sido derrotado por amplitud (digamos por ejemplo un 5-1) quizás por el Banco Central o por la Cajamadrid en la Liga Interbancaria… a él importábale un comino el dolor de sus compñaeros, el sufrimiento de algunos que veían como se iba escapando, poco a poco, domingo tras domingo, la ocasión de ser Campeones porque el Mister Ordóñez “enamorado” de su “Machón” olvidaba siempre al número 8: Pepe. Pepe era simplemente Pepe. Pepe era sencillamente un centrocampista genial. Pepe era solamente admirado por un pequeño grupos de chiquillas. Pequeño grupo sí, pero las más bonitas y las más hermosas de corazón.

El caso es que Pepe no era nunca citado por Míster Ordóñez y solo en un par de ocasiones (porque “Chuleta Machón” siempre se rompía ante los atónitos ojos del público y sus compañeros Gitano Finito y El Churri) se atrevió a llamarle a Pepe y hacerle salir al campo en lugar del “Chuleta” Machón. En ambas ocasiones el Hispano Americano obtuvo una grandiosa victoria (con gol magistral incluso del “diesel” Pepe) y con una muy honrosa y digna derrota ante el Banco Alemán (donde los alemanes, que habían vencido, al finalizar el partido no sólo le dieron la mano al “diesel” Pepe sino que le invitaron a una suculenta cena y le nombraron el mejor jugador del encuentro además del más bravo español (pues herido en la cabeza los últimos minutos los había jugado con un vendaje).

Después la vida siguió. Pepe abandonó definitivamente el “nido de ratas” del Hispano Americano y se marchó feliz y contento a jugar con sus hermanos y amigos del barrio a la Casa de Campo de Madrid, donde gracias a su dirección futbolística, su equipo, el verdadero equipo de su corazón (Casa de Campo de Madrid) entre pinares y orugas, tanto en suelo duro como en suelo blando, tanto en nieve como en lluvia, tanto en lo bueno como en lo malo… hizo que su equipo batiese un rércord asombroso que aún perdura en la memoria de los nobles ancianos madrileños: !Habían quedado invictos, totalmente invictos, durante todo un par de años completos!. Victorias. Todo victorias. Ni tan siquiera un empate en su historial.

Mientras esos dos años el equipo sencillo y humilde de la Casa de Campo, dirigido magistralmente por aquel sencillo pero genial mediocampista “diesel”, llamado Pepe permanecía invicto… el grandilocuente y prepotente Hispano Americano dirigido por el “Chuleta Machón” sólo alcanzaba lugares tan mediocres que nadie se fijaba en ellos.

Y aún suena en los ambientes de la piscina del Club Deportivo Vallemermoso de Madrid el eterno eco de la voz de Gitano Finito gritando a pleno pulmón: !!!Que me han dicho que siempre te rompes Machón!!!. Mientras al lado de ellos “Diesel” corría y corría milla tras milla por el fresco y sano verde del campo de fútbol y las pistas de tartám, acompañado por uno de sus hermanos. Silencio. Siempre hubo silencio. Nunca jamás el sencillo y humilde “Diesel” (aquel lejano número 8 del invencible Casa de Campo) hizo comentario alguno sobre las roturas musculares del débil “Chuleta” Machón.

Pero la verdad de la vida es, sencillamente, así…

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