Días de Pantera Rosa; atrás se quedó ya El Gato con Botas reconvertido ahora en un asilvestrado Silvestre siempre tras las huellas del insoportable Piolín, más amarillo que los girasoles de Van Gogh. En la pantalla de color azul celeste el marinero Popeye rompe el silencio y termina por convencer a Brutus de que la época de los orangutanes ya es de las historias del Neolítico; ahora es una especie de Maguila devorando plátano tras plátano y los osos polares se han transformado, asimismo, en Yogi y su inseparabale Boboo.
Días de Pantera Rosa esperando el amanecer en un silencio apretado entre los dedos que pintan dibujos sobre el disfraz de Supermán y La Vampirella. Atrás quedaron los Sitting Bull y Búfalo Bill avejentados en el sillón de la abuela que ahora está vacío. Chester duerme. Un silencio de ruido de cataratas desborda la noción del tiempo. Un silencio repleto de imaginaciones que vienen a adornar las horas entregadas en ver y observar a las chicas más guapas del Jardín de las Ilusiones. Peter Pan se ha evaporado en la pátina verdosa de las algas marinas.
Días de Pantera Rosa cubiertos por el envoltorio de los mazapanes de la viuda. Un solano agosteño que produce sueño a mis neuronas y me hace caminar hacia el desierto sahariano para descubrir los huesos del Paleolític o Superior. Homos homínidos sapiens sapiens y más sapiens. Hay un encadenamiento de horas que se han quedado colgadas entre las manecillas del reloj que hace años se detuvo en el zigzag de las aventuras de Robin Hood, Guillermo Tell y Robinson Crusoe. Los destinos cruzados de las chicas más guapas del Jardín de las Ilusiones siguen marcando el compás de este tiempo detenido entre cromos de fútbol y una especie de música discotequera que forma el cóctel de una existencia repleta de emociones mientras, tumbado en el cómodo sofá, escribo todo un libro completo de los ríos gallegos y las historias de la Galicia natural, fresca y verde, de mis años que no crecen.
Días de Pantera Rosa anotadas en un calendario de caza mayor de mi padre varios años atrasado por el deseo de Cronos. Elevo el tono del televisor cuando el periodista de turno canta, a los cuatro vientos cardinales, el gol de Marcelino en el Estadio Santiago Bernabéu de Madrid. Recuerdos de Santiago en una fotografía de la primera comunión mientras en la pantalla azul celeste del televisor una película de cowboys resuena en mi memoria. El tictac de los corazones rojos de las chicas más guapas del Jardín de la sIlusiones sigue palpitando en la habitación donde he abierto, de par en par, la ventana para extender la música de Neil Diamond: un Salvador Gaviota observando detenidamente el rojo encendido de la luna y ese horizonte de tejados lejanos que se me antojan cobijos de gatos, tigres y panteras negras. Los cómics extendidos sobre el cristal de la mesa me traen nombres míticos y me atraen con su magia de mundos aquellos de la infancia colgada en las ramas de un granado en flor.
Días de Pantera Rosa envueltos en pequeñas lágrimas de caramelo que endulzan mi corazón, debajo de la cama, mientras las chicas más guapas del jardín de las Ilusiones siguen con sus tictacs de corazones rojos en este repóker donde la pieza magistral es ese comodín que tengo escondido bajo la almohada para seguir soñando aún más con la Pantera que ahora se ha convertido en Rubia. Quizás al otro lado del calendario de mi padre, dándole la vuelta, se encuentra la verdad de todo este misterioso mundo mudo donde los demás han dejado ya de pertenecer para adentrarse en la monotonía de sus lujoss y mullidos butacones de despachos de oficinas. Yo no. Yo sigo viendo y observando los tictacs de los corazones rojos de las chicas más guapas del jardín de las Ilusiones.
Días de Pantera Rosa y un lagarto llamado Juancho que nada por el Amazonas en busca de la civilización perdida; algo así como un Indiana Jones cocodriliano. Y es que el tiempo se ha detenido en el tictac de los corazones rojos y en un escuchar canciones de amores silenciosos que van desfilando por la pantalla azul celeste del televisor.
Días de Pantera Rosa y un lagarto llamado Juancho de color verde esperanza. De repente han dejado de latir todos los corazones rojos de las chicas más guapas del Jardín de las Ilusiones porque me he introducido en la corriente acuosa del río Napo buscando a la Pincesa de mis Sueños. Hoy tengo la plena conciencia de haber encontrado el porqué de tantas aventuras transformadas en la Dama Azul de mis guiones cinematográficos. Y un lagarto llamado Juancho de un color verde esperanza. Ella es la más hermosa de todas mientras escucho, tomando café, el concierto de la sinfonía del canto de los grillos y el croar de las ranas acompañado por el canto alegre de las aves de la selva mientras Chester sigue durmiendo.