Yo no soy Julián.

Fuensanta no hace más que confundirse conmigo llamándome Julián como si Julián fuese mi nombre de pila. Eso es un error. Yo no me llamo Julián. Yo no era Julián. Julián era otro.

Recuerdo que allá por entre los años 1968 y 1969 yo trabajaba en el Centro Compensador del Banco Hispano Americano, Oficina Principal de Madrid, antes de que destinaran a dicho Negociado a Pili. En aquel entonces yo tenía un compañero que se llamaba Julián. Julián no era yo ni tampoco tenía nada que ver con mi familia puesto que si hubiese sido un familiar mío yo recordaría sus dos apellidos o, por lo menos, uno de ellos. Y no recuerdo ninguno de sus apellidos.

Tampoco éramos tan perecidos. Quizás la confusión pueda surgir porque los dos éramos más o menos igual de altos y los dos éramos flaquitos pero fuertes; pero los dos practicábamos deportes diferentes porque en aquellos años yo estaba metido de lleno en el fútbol de 11 y él era montañero. Por eso, cuando llegó la oportunidad en que Luis me invitó a ir a la sierra, fue aquel chaval llamado Julián el que me prestó sus botas catiuskas de alta sierra que, además, fui a su casa a recoger yo personalmente. Gracias a las botas de Julián, que calzaba el mismo número de pie que yo, pude estar en la sierra, jugando con un trineo sobre la nieve, con Luis. Después le devolví las botas a Julián y le agradecí debidamente su detalle amistoso.

Recuerdo que fue María Jesús, que era una chavala guapa e interesante, la que en cierta ocasión que Julián y yo mirábamos a Julita, otra chavala guapa e interesante, nos dijo, bastante molesta, que si nos creíamos guapos los dos. Yo no dije nada y guardé silencio que era lo más conveniente en esos casos para disimular ante Mercedes, otra chavala guapa e interesante que tenía yo en mi punto de mira; pero Julián fue imprudente y le dijo a María Jesús que nosotros éramos un poco guapos. También le agradecí, en silencio por supuesto, aquel detalle a mi compañero y casi amigo Julián; con el cual no pude entablar mayor amistad porque poco tiempo después tuvo un contratiempo monetario con el Banco (me parece que cobró una letra de cambio y se quedó con el dinero para devolverlo antes del vencimiento de la letra pero le pillaron) y, antes de que le echasen del Banco, decidió irse por su propia voluntad.

Otro detalle que demuestra que yo no era Julián es que él estaba estudiando Arquitectura y yo ya tenía pensado estudiar Periodismo cuando volviese del Servicio Militar Obligatorio para evitar que la mili me partiese por la mitad los estudios universitarios como debió ocurrirle a Julián. Si él logró licenciarse como arquitecto no lo sé pero yo si logré licenciarme como periodista. Creo que esto demuestra que no éramos la misma persona. Preguntando a Julita, a María Jesús y/o a Mercedes se puede saber la verdad pero la verdad es que yo no era Julián ni soy Julián.

Espero que Fuensanta ya no siga con ese error de llamarme Julián porque ese no es mi nombre de pila.

2 comentarios sobre “Yo no soy Julián.”

  1. Marian: no me ofenden las sanas risas de las amistades como tú. Entre las cosas más importantes de la vida es conseguir sonreír siempre y estar dispuesto a compartir la sonrisa con las amistades verdaderas. Hay quienes se burlan de los demás (por ejemplo el Emiliano y el Benito a los que a veces me refiero sin ánimo de venganza alguna porque no les tengo ninguna envidia que a lo peor son ellos los que me envidian a mí) pero yo jamás me burlo voluntariamente y con conciencia de hacer daño de nadie; no pasa lo mismo con esos que, impotentes e incapaces de aceptar la humanidad de todos los seres humanos, intentan siempre burlarse de los que creen más débiles o más inofensivos. Yo a ellos, a los más débiles y a los más inofensivos, son a los que más valoro. Otra cosa bien distinta es poder mostrar los defectos que tienen esos que son tan orgullosos como para creerse superiores a los demás (y en ese sentido estoy escribiendo mi Farsa de Teatro titala “El Señorito de Vélez” porque, como hicieron ya grandes autores como Carlos Arniches, es necesario que alguien les ponga en su lugar; pero eso ya es hablar de otro tema. Marian: no sólo no me molesta que rías sino que prefiero que rías a no que llores. Tal vez hayas podido experimentar alguna vez lo que es llorar de verdad. Yo sí. Yo sé lo que es llorar de verdad y por eso prefiero ir sonriendo por la vida y no hacer llorar a quienes tuvieron que experimentar lo que es llorar de verdad. En ese sentido pienso que quienes deben aprender a llorar alguna vez en la vida son los que hacen llorar a los demás sólo por creerse seres superiores. Quizás de esa manera tanto vicio como hay en el mundo pueda ir, poco a poco, desapareciendo y olvidemos su nauseabundo olor. Un beso amistoso y sincero. Y ríe, por favor…

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