1.661 muertos sin nombre

Una imagen vale mal que mil palabras, y hoy, al abrir el periódico y ver lo que mis ojos miraba, no he podido más que constatarlo. En el cementerio de Antigua en Fuerteventura aparece una de las trescientas lápidas rezadas a los inmigrantes muertos en el mar.

Inmigrante nº3 sin identificar. 22 de septiembre de 2004. La tumba de un desconocido al que esperan en algún lugar de un mundo bien alejado del nuestro, pero que terriblemente nos enseña día a día lo cercano que estamos unos de otros. Un nº3 que tras horas encogido en una pequeña embarcación que apenas puede con su peso se tira al mar pidiendo suerte a la suerte.


Mareas de inmigrantes que llegan día a día. Hemos perdido tanto la sensibilidad, que ya no nos horroriza su llegada macabra: abrimos el diario o nos sentamos a la tele y sencillamente murmuramos “otros más que vienen…” sin darnos cuenta de sus miedos y sus riesgos. Sus llegadas ya no cubren las portadas de todos los periódicos, más bien se esconden al lado de noticias de robos y suicidios.

Enciendo la tele y pongo noticias. La llegada al cole y sus precios dan mucho de que hablar, por no comentar lo que bien que se veía a la infanta de los Príncipes en su primer día de cole. Un colegio que parece una especie de hotel con clases y profesoras. Mañana, en alguna residencia cercana a la playa canaria dos mujeres cotillearan. Que mona estaba, dirá una. La otra comentará que no lo vio, su programa de supermodelos no le deja ver otra cosa. Y a unos kilómetros, quizá a metros, un negrito que culpa poca tiene de nada de esto se ahogará en medio del mar que no perdona. Sus ojitos rojos y desgastados no darán pena a nadie, lo suyo no será noticia.
Quién sabe, igual si encuentran su cuerpo ahogado por la sal y el hambre lo bauticen nº301 o nº302. Y su nombre escrito sobre yeso con un palo por algún pueblerino guardará la memoria de su poca existencia

2 comentarios sobre “1.661 muertos sin nombre”

  1. Tu comentario está lleno de sensibilidad, de esa sensibilidad que estamos perdiendo a fuerza de ver en nuestra propia casa, desde nuestro sillón, tanta desgracia cotidiana.
    Da a veces la impresión de que tanta gente muere o pierde lo poco que posee o se accidenta gravemente sólo para que los medios puedan seguir funcionando y alcanzando cuotas altas en el ranking que sea.
    Y mientras, las pateras siguen llegando cargadas de gente desinformada, que cree todavía que existe Eldorado, que dejan atrás una vida mísera para entrar en la prosperidad.
    A veces (te puede parecer un sacrilegio) llego a preguntarme si no serán más afortunados los que no llegan.

Deja una respuesta