Entramos en aquella habitación cerrada. Él me miró en silencio mientras me desnudaba despacio. Habíamos quedado. Un encuentro. La tensión formaba parte del juego sado/masoquista. Sentía su respiración profunda, como la de un animal que espera caer sobre su presa. No hablamos. El silencio excitaba. Me vendó los ojos con vigor. La oscuridad. Todo quedaba en sus manos. Yo dejaba de serlo. En mi ceguera aumentaba mi respiración. El cerebro, saturado, me provocaba, me torturaba a la vez. Me cogió de las manos. Me las ató con fuerza. Mi cuerpo iba siendo detenido, apagado en su fuerza. Le pertenecía, proque habíamos convenido que así fuera. Sentí su aliento sobre mi hombro. Su olor caliente; una mezcla de alcohol y tabaco. Sentí el roce de la piel de sus brazos, el vello intenso, la cobertura animal que le protegía. Comenzaba a sentir una clara desorientación.
Archivo por días: 19 diciembre, 2005
El regreso
Extensiones de ausencia
Los blancos cabellos son signos de la estirpe
de quienes supieron caminar sobe las aguas.
Caballeros de Griálicos nombres,
de encuentros con la nada
en el laberinto del Templo de Salomón.
La mirada se enturbia sobre la pleamar de sus distancias
y arrecia el temporal sobre las navescargadas de secretos milenarios.
Las esperanzas se alzan sobre las olas
y gritan como marinos de Ulises.
No hay playa que guarde la nave perdida.
Levantan asustados sus brazos sobre el velamen
a la espera de un adiós, profundo como el mismo
mar.