– No, no oigas al ruido de la calle. No vuelve. No puede volver.
Alejandro intentaba convencer, una vez más a Elvira; pero ella seguía alimentando el delicioso y doloroso final una y mil veces más. Los encuentros sexuales entre ambos, de esta manera, se hacían insufribles para alejandro lo mismo aquella noche que las demás. Diego seguía unido a las zonas concretas de la piel de Elvira.
– Elvira… tú me tienes para que te cuente la verdad. Y la verdad es que Diego no va a volver nunca más.
Elvira no le hizo caso. Como siempre. Ella sabía que Alejandro renunciaba siempre a las cosas que estimaba no poder alcanzar; pero ella tenía un cuerpo y tenía una edad como para ser mucho más optimista.