Quietud en el paraíso tras la marcha de Adán y Eva.
Silencio y paz.
Descanso.
Muerte.
De lo bello y de lo horrendo, pues sin nadie que los observe son la misma cosa.
Nadie que los juzgue, nadie por quien competir con los demás por su sentencia
Rilke murió al pincharse con las espinas de una rosa de su jardín privado (él era hemofílico y la sangre brotada le condujo a la muerte). Fue en realidad una manera de morir sacrificándose ante la belleza. El éxtasis de una flor nos puede matar el cuerpo. Rilke fue un poeta ebrio de lucidez, peleado con las sombras que intentaban sepultar la esencia de su ser. Y vivió como un ser al desnudo bebiendo zumos de la realidad entre vacías tinieblas. El mundo lastimaba cruelmente sus sentidos y eso le hacía ser maestro de las abstracciones y enemigo de la temporalidad.