El chico del piso de arriba

Me lo encontré por la mañana en el rellano de la escalera de casa,
Oí sus pasos mientras cerraba la puerta con llave. Alguien, a mi
Espalda, me saludó. Yo, como señal de cortesía, le devolví el
“buenos días” sin prestar demasiada atención, hasta que me giré y
Lo vi, miré aquello y me impresionó. Sin embargo, pude disimular
Mi repugnancia: su cuerpo no medía más de medio metro, me recordó
A los seres diminutos y monstruosos de las películas de terror.
Su cara estaba completamente desfigurada, no sabría decir si lo tenía
Todo en su sitio o si le faltaba algo. Tenía la cabeza rapada por partes,
Como si se arrancara el pelo a mechones. Por suerte tuve fuerzas para
Contener el asco que me dio, pero estoy seguro de que él se enteró de
Todo lo que en esos momentos me pasaba por la mente y por el estomago. Sigue Leyendo...

Tu gloria

Desde algunos corazones esperaba el abrazo,
el motivo incierto sin nombre
que me llevaba hasta el ápice de tu encuentro
en el encuentro con la tempestad
con los milagros de las hojas,
con las fronteras donde volvemos
a nacer y a revivir,
con las fronteras amigas de una
noche nublada.
quería seguir existiendo, sí,
ya casi existía.

Lírico II

Me confundí de sentimiento
y acepté formar parte de la hoguera de las vanidades.
Orgullo de voz, y grito.
La luz se hace tenue y precipita ausencias
en este holocaústo de sentimos quemados.
Dádme alguna voluntad que me sirve,
que se adapte a mi mano,
que aompase el ritmo peculiar de los silencios.
Hoy y ayer y el mañana los caminos estarán poblados
de frágiles viajeros hacia ninguna parte.

Leve fragilidad que nos quiebra

No existes, porque no eres sino la densa ola
de un mar anegado de dolor.
Tus manos comprimen la extrañeza de un corazón
confundiendo su tacto,
albergando supuestos,
integrando repetidas frases, sobre el pabellón de los dioses.
Se abrasa la Nada entre caricias inventadas.
Presuntos homicidad de cualquier bondad,
se pasean orgullosos entre aplausos deliberados
y un supiero horizontal,
se asoma al quicio de cualquier ventana,
llamando sin nombre a la última marea.