Espejos.

Millones de espejos doblan mi imagen y yo, que aun sabiendo que mi alma no es un buen reflejo, busco incesante la cara real de mi verdad.

Rompo cada cristal por su brillo falso, por su transparencia creada, para ver con los ojos de la autenticidad, aunque esta, sea oscura, aunque esta, sea imperfecta, pues ella…sigue siendo el fondo de este mar bravo de mí ser.

Y cada espejo va cayendo, la luz ni siquiera es nítida. Y por mi ventana corre aire… es lo único que escucho, es lo único que importa.

Poso mis pies…

Poso mis pies en el lugar de las emociones íntegras, de los contrastes agridulces, me empeño en quitarle el polvo a mi pasión, en no dejar que se me fatigue el alma, no ahora.

Y las preguntas se convierten en mi banda sonora por momentos, y mi boca esboza una sonrisa si pienso tus ojos, pero las emociones duermen y despiertan bajo mi piel, no quiero huidas hacia delante ni retornos forzados.

Siento cerca el abrazo de tus ojos, pero tus abrazos de piel están tan fuera de mí…, confío en las palabras y los gestos a tiempo, en las emociones que viajan desde cada poro… Sigue Leyendo...

Puertos de Mal II

Algunas horas se interpretaban como insoportables paréntesis que aumentaban en ella, algo parecido a la ansiedad.
Otra vez el tiempo -enemigo íntimo- burlándose de sus intrépidos sentimientos de muñeca derrotada; se desplazaba sutil y solemne frente a sus ojos de mármol destejido.
Qué desfile tan hipócrita, ese tiempo imperdonable, ingrato, como impenetrable, como oscureciendo la única luz de sus sentidos, ya atrofiados por la sal.
No existe el final si no se espera con abanicos, no existe una despedida que desnivele el tiempo, que abarque infinito, que trascienda la lucha sombría de la conciencia. No existe una razón.
Jugando a ser una pieza de tul, deshaciendo la lógica de una ciencia aparte -que aún debe descubrirse- escuchaba la danza de palabras perdidas, que entumecía hasta el más triste y recóndito deseo de abrazo. Sigue Leyendo...

Puertos de Mal I

-Creáse el mundo hoy!
gritaron los demás,
y se elevaron los espejos de una tierra inerte que nada prometía.
Aquello que simulaba ser un puerto, condecorado de dulces encuentros, no supo ser más que un par de banderas flameando aburridas. Sin firmar para afirmar lo sucedido, sin peros, sin identificaciones. Puertos que traen vaivenes y dejan desencuentros. Un silencio frío traspasaba sus películas, sus luces, sus inservibles monitores que informaban con retraso migajas de una parte de una vida que creía haber conocido; ni siquiera entendía como había caído en tal epidemia.
No podía librarse de la rabia del amanecer. Sin saberlo, estaba buscando algo, estaba buscando los restos de lo que ella era, engañada por una sensación indescrifrable, por un nudo de perfumes, por la maldita muralla de la lejanía.
(Nunca) más lo iba a volver a ver. Sigue Leyendo...