En esta época soy niño, camino por el borde de la acera. Soy un crío y tengo un conejo de indias que me sigue a todas partes, cuando me paro se sienta en mi pie de madera. En el barrio me llaman el chico del cobaya…pero además poseo una tortuga y dos periquitos, uno amarillo y verde y el otro con varios tonos de azul. Algunas veces compramos peces en las ramblas, pero se nos mueren muy pronto.
Con chema, el miércoles recogimos cartones y la fortuna que conseguimos nos alcanzó para pagar dos billetes y entrar en el metro. Qué bien lo pasamos caminando por los andenes, subiendo a los vagones, bajando en cada estación…recorrimos varias veces el mismo trayecto… Sigue Leyendo...
Rutina, rutina y más rutina, el tiempo pasaba sin cambios significativos en la vida de la niña.
En la casa vivían ellos, su abuela y sus tíos con dos pequeños, entre estos y su hermano pequeño solo había un año de diferencia. Cada día pasaba algo, uno que se cae otro que se pone enfermo, las madres no paraban, todo el día consolando niños o corriendo al médico. Ella lo veía todo desde fuera como si no perteneciera al reparto de esa película, se sentía sola y desplazada.
En la escuela las maestras vieron que la niña tenía muchas aptitudes para el estudio, analizaron la cuestión y decidieron hablar con la madre Sigue Leyendo...
El rojo paso de la blanca aurora
ha convertido en verde al álamo lozano
y allí en el monte desde el altozano
deja pasar el tiempo a cada hora.
Hay una fina plata de cristal dorado
que el sol alumbra sin demora
y en el valle umbrío de la zarzamora
un mirlo canta al día inacabado.
Sombra. Sombra de verso enarbolado
por la voz del poeta que se enamora
del rojo paso del sol dorado
por el rastro abierto de la amapola.
Deja caer tan solo una palabra
que se adentre en mi cabeza
y se refugie en mi alma,
que no se pierda en momentos
que dejamos al mañana…
Traeme caricias entre tibias
manos escondidas por pudor,
que recorran los rincones
que tú quieras, que te deje,
de este cuerpo que adormece…
“Cuénteme todo lo que vió”
“La copa estaba allí sola, serena y tranquila, no se tambaleaba. De pronto empezó a consumir una bebida alcohólica, pero ella seguía serena, así se mantenía.
Se empezó a escuchar una conversación estúpida y frívola. La copa seguía consumiendo alcóhol, no paraba.
A esa conversación se incorporaron rísas, tonterias y mofas. La copa seguía cada vez consumiendo más alcochol, se la veía atrapada, no podia escapar del lugar.
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