siempre vuelvo por estas fechas,
sé lo que se me remueve, y por no sacarlo en otro lado, lo saco aquí
y me salvo.
La verdad es que os leo siempre, aunque vuelva en otoño.
Tres brevísimas notas culturales de importancia general: El Conde Julián fue un noble visigodo español que vengó el mancillamiento que sufrió el verdadero rey Witiza por parte del falso Don Rodrigo y la honra de su propia hija conocida como “La Cava”; el Conde Alarcos (del cual deriva el apellido Del Arco) fue un noble castellanos cuyo romance (Romance del Conde Alarcos y la condesa Sulisa) es uno de los mejores ejemplos del romancero castellano medieval; y el Marqués del Real fue un noble español cuyo palacio se encuentra en La Pedrera (en la provincia de Barcelona). Estos tres apellidos forman parte directa del mi ADN familiar.
Firmado: José Orero “Diesel”.
Científicos alemanes excavaron 50 metros bajo tierra alemana y descubrieron pequeños trozos de cobre. Después de estudiar esos trozos por mucho tiempo, en Alemania llegaron a la conclusión de que hace 200 años tenían una red nacional de teléfonos. Por supuesto, al estado ruso no le parecía nada del otro mundo. Les pidieron a sus propios científicos que excavaran más hondo, a 100 metros, más abajo en territorio ucraniano y encontraron pequeños trozos de cristal que, según ellos, formaban parte del sistema de fibra óptica nacional que tenían los antiguos eslavos hace ya unos 350 años.
Hola. Se que nunca leeras esto, o realmente no lo se a ciencia cierta. Tan solo espero, que te encuentres bien, y que poco a poco al paso de los dias mejore tu situacion. No me canse de esperarte, ni me derrumbe al no verte llegar, tan solo, mis heridas se infectaron con tus mentiras, y las mias.
No fue mi intencion en ningun momento lastimarte de la manera en que lo hice, ni quise mentirte, tan solo intente ser feliz, a costa de que… de que me pasara lo que me pasara, no dejaria de amarte, pero fue un juramento a medias.
Diria que lo intente todo si me lo prguntaras, se que falle, no se si tanto como tu o menos, pero en realidad, a estas alturas ya no me importa. Me cegaste cuando movias tus caderas y yo gastaba mis iluciones.
¿Vorem? No eh intentado saber que significa en realidad, porque ya le di mi propio significado. Llevo escribiendo años en este, que es mi espacio, tanto como el de ustedes.
Cuando me siento alegre no encuentro mayor razon que escribir mis frases y mis tontas poesias, que intentan ser una emifera melodia; de un dia de tristeza y agonia. Tambien es neutral mi escritura y un tanto espiritual la aventura.
Tengo mi herramienta y el corazon dispuesto a compartir, la mente perpetua a volar por el razonamiento y concebir relatos o cuentos. Mis anexos superan mi union de la objetividad, y mi vocabulario se enriquece.
Terminé de dar el último sorbo de mi café con leche. La luz de la punta del cigarrillo encendido iba apagándose lentamente y en la barra del café había todo un muestrario de etiquetas… así que decidí salir a la superficie para poder respirar el aire cálido de la atmósfera. Una especie de silbido cruzaba el tiempo. ¿Era el tiempo de irse hacia las entrañas de los seres vivos?. Sí. Era el tiempo de mirar la hora en el reloj y decirse a sí mismo: “No volveré hacia atrás jamás”. Y las etiquetas fueron como un juego de bolos que cayeron de un sólo lanzamiento.
Nadie. Ya no queda nadie en el paraíso mental de nuestras materias psíquicas. El tiempo no borra nada. El tiempo, al revés de lo que creen hacernos pensar los falsos dioses de la literatura, no borra absolutamente nada. Es por eso por lo que tenemos copias exactas de todos nuestros bagajes culturales. Absolutamente de todo desde mis 9 años de edad cuando, de repente, el gato de Honorato se cruzó entre mis redacciones escolares y un poco de imaginaciones más…
La vida es, ahora, un fluorescente fluir coetáneo de hermosas primaveras etarias. Si. Sólo 16 son los años de tu Sueño. Solo 18 los de mi Realidad. Decididamente me gustan tus claveles rojos señalándome que soy tu arboleda florida.
No digas que me quieres para siempre,
Ni que mueres, que lo sientes,
Pues si un dia no apareces en tus pasos,
Ni en tus manos, ni en tus ojos- ni en tu aliento…,
Te mataré. Quemaré tus recuerdos en un cenicero,
Y secaré mis pieles al viento, en alguna playa.
Y seré sólo uno,
vagabundo con el mundo.
Otra vez.
Satán no tiene ninguna fuerza… sólo son vanos golpes de impotencia sus aberrantes gruñidos de fiera fantasmal. Una pesadilla que sólo hace sufrir a sus propios seguidores. Satán sólo es un fantoche de paja, como espantapájaros sin camino alguno, siempre fijo en un punto de la tierra a expensas del viento que lo va deshojando hasta dejarle solo en una varilla sin más. Satán sólo es la impotencia hecha ídolo. Y quienes lo idolatran jamás son libres aunque se disfracen de muertos vivientes. Satán solo es un perdido en el limbo de la Nada más absoluta, y sus seguidores son como las hojas que bate el viento y luego son barridas por la escoba de los barrenderos y barrenderas para terminar en el cementerio de la materia muerta. Allí tiene él y sus seguidores su final: en el hundido infierno de las tinieblas donde enloquecen sin saber por qué ni para qué ha servido su vida.
El calor, el sentimiento y la espiritualidad son partes esenciales de nuestra vida. No podemos vivir sin ellos. Por mucho que algunos lo intenten, nuestra vida sería imposible sin el sol, el amor y sin Dios. Algo parecido nos recuerda la famosa banda sonora de la película “Tierras de penumbra”, compuesta por George Fenton. Un estilo de música evocadora perfectamente hecha al servicio de una obra en la que la búsqueda de respuestas al problema del mal en el hombre es parte integrante de la trama fundamental. Y esa trama (desgraciadamente) siempre sigue viva. Nuestra vida es como “tierras de penumbra”, dice el actor principal que encarna al famoso escritor C.S.Lewis y en esas tierras de penumbra debemos movernos. Tierras de desconocimiento, de oscuridad a veces, de situaciones que no podemos explicar; tierras impregnadas de olvido que nos rodean hasta hacernos creer que sólo existe lo que vemos, que el sol no aparecerá jamás, que el amor es sólo una invención humana, y que Dios se ha ido muy lejos. En esos momentos, recordamos lo que C.S.Lewis escribió: