Paúl y Peter caminaban por el puerto cuando un descargador del muelle se les acercó con la respiración agitada.
– Escuchen… buscan a una jovencita ¿no es cierto?.
El descargador respiró profundamente para retomar el aliento. Era bastante gordo y había venido corriendo, hacia ellos, desde el otro extremo del muelle.
– Sí. ¿La ha visto usted?… ¿la ha visto?… -preguntó Peter con ansiedad mientras Paúl mantenía, una vez más, su sempiterna calma.
A la mañana siguiente llamó por teléfono a Peter. Una hora después éste se encontró con Paúl en el Memory Park. Peter estaba irreconocible. Desde la última vez que lo vio se había vuelto mucho más introspectivo. Ya no era el vehemente parlanchín de antaño. Había que sacarle las palabras con mucha paciencia.
– Pero ¿viste o no viste a Bianca?.
– Escucha, Paúl, olvídate de ella. O mucho me equivoco o está metida en un enorme lío.
– Peter, tú le diste mi dirección. Ahora es mi obligación encontrarla.
Portal Literario Independiente