La noche del Tesauro (12): Novela.

Paúl y Peter caminaban por el puerto cuando un descargador del muelle se les acercó con la respiración agitada.

– Escuchen… buscan a una jovencita ¿no es cierto?.

El descargador respiró profundamente para retomar el aliento. Era bastante gordo y había venido corriendo, hacia ellos, desde el otro extremo del muelle.

– Sí. ¿La ha visto usted?… ¿la ha visto?… -preguntó Peter con ansiedad mientras Paúl mantenía, una vez más, su sempiterna calma.

– Hace un par de meses anduvo por aquí buscando un barco que la llevara a tierras lejanas… pero no había, en esos momentos, ninguno disponible. Ella dijo que quería ir a Egipto o aún más allá. No pudo ser.

Peter seguía emocionado el relato del gordo descargador del muelle. Paúl sólo le observaba en silencio.

– ¿Iba sola? – preguntó, inquieto y nervioso, Peter.
– No. No iba sola.

Se produjo un tenso silencio en aquel grupo de tres hombres.

– ¿Quién la acompañaba? -volvió a preguntar, más inquieto y nervioso todavía, el ansioso Peter.
– Era preciosa de verdad -siguió comentando el gordo descargador del muelle.
– Pero ¿quién la acompañaba?.!Dígame quien la acompañaba! -insistía, cada vez más exaltado, Peter.
– Iba acompañada de un anciano de largas barbas blancas. No puedo deciros más. No sé nada más de este asunto. Sólo insistir en que ella era preciosa.
– !Peter, ya sé dónde podemos encontrar a Bianca! -habló por fin Paul- si es que mi corazonada no me falla.
– ¿Estás loco?. !Cómo vamos a encontrarla en esta ciudad tan grande!.!Esta ciudad es enorme!.
– Puede que sea una ciudad grande y enorme como dices tú pero en toda ciudad, grande pequeña, siempre hay puntos de referencia para encontrar cualquier dirección.
– ¿Y a dónde quieres que nos dirijamos ahora?.
– Vamos al Salón Tesauro.
– ¿Qué es eso?.
– Un local ubicado en la Moon Street.
– !Zona peligrosa!. !Zona muy peligrosa! -exclamó el gordo descargador del muelle mientras se alejaba lentamente, todavía no repuesto de su anterior fatiga.
– !Allí está Bianca!. !Estoy seguro!.
– !Vamos entonces a buscarla! -respondió Peter.

Y ambos jóvenes amigos comenzaron a caminar, totalmente desorientados, por las calles de la ciudad.

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