José escuchaba un ligero y sinuoso silbido. ¿Habría alguien allí dentro?. El silbido era como un pequeño susurro que le penetraba insistentemente en el cerebro. Sí. Debía haber alguien o algo allí que producía aquel tenue silbido. ¿O sería solamente una imaginación de su mente?. Recordó la segunda parte del bíblico Salmo 143-8::“Hazme saber el camino por donde ande, porque a ti he elevado mi alma”.
La Voz del Silencio impregnaba, ahora, las ondas de la pequeña emisora de Madrid a través de una música experimental. Una música que llegaba hasta el más profundo rincón del alma de quienes la escuchaban. Sigue Leyendo...
La humareda era abrumadoramente densa. José se levantó mientras algunos pedazos de rocas empezaban a desprenderse y caer cerca de él. Pero no tenía tiempo ni de preocuparse de la humareda ni de morir aplastado por alguno de aquellos pedazos de roca. !Él sólo tenia una misión: encontrar con vida a su linda chavala!. La niña-mujer que se había apoderado de su corazón desde el primer día en que la vio. Recordó un hospital con un patio pequeño… recordó una playa de arena fina… recordó un autocar de turismo… !allí estaba, en esos recuerdos, la belleza entera, tanto en lo físico como en lo espiritual de su amada Lina!. Nunca jamás había amado hasta entonces. Aquel triángulo de referencia (hospital-playa-autocar) era fundamental para ambos. Era verdaderamente fundamental. Sigue Leyendo...
Portal Literario Independiente