Que se te pase la vida

Que se te quemen las manos antes de volver a tocarme
Que se te borre el recuerdo antes de volver a pensarme
Que desaparezca mi huella antes de volver a recorrerme
Que se te inunden los ojos
Que se te parta la vida
Que se te corte la sangre
Que se te muera el olvido
Que se te estanque el aliento
Que se te escurra el consuelo
Que se te pierda la llave

Y entonces llovió la música.

Ella era ciega y no deseaba cantar, para nada, a la vida… a esa vida oscura a la que tanto estaba acostumbrada. ¿Para que cantar a la oscuridad si en la calle todos comerciaban sus carreras hacia metas mercantiles?. No. Ella no quería malgastar sus cantos de oscuridad porque estaba segura de que nadie se detendría ni un sólo momento para escucharla.

Fue uno de esos enésimos días de impasibilidad ante el destino cuando el poeta se acercó a ella. Llevaba en su mano derecha una flor roja y en su mano izquierda un collar de perlas blancas. Sigue Leyendo...

Noche de los 8 sueños.

Algunos y algunas no saben que cada noche soñamos varias veces. Podemos incluso tener hasta 8 sueños diferentes cuando estamos dormidos. A veces los recordamos algunos de ellos. Son esos, los que recordamos siempre los que en el Cristianismo reconocemos como Grandes Sueños. ¿Qué son los Grandes Sueños y qué son los pequeños sueños?. Todo tiene importancia en la vida pero los Grandes Sueños son esos que queremos con toda Fe que se hagan realidad. Los pequeños sueños también tienen su espacio pero quedan limitados por las circunstancias (nos pasa a todos y a todas) pero los Grandes Sueños son los que nos hacen caminar hacia adelante sabiendo que no existe otra cosa mejor. Sigue Leyendo...

La partida

Yo la miraba tras la puerta abierta. Ella jugaba (jersey de lana, blue jean azul y zapatillas de tenis blancas) su partida de ajedrez con el viejo canoso de la suprema sonrisa de victoria. Yo la miraba mientras el viejo pensaba cómo dar el jaque definitivo a mis ilusiones. Para no ver más… para no sentir más aquella plomiza pesadez del viejo canoso intransitivo, abrí la puerta del jardín. El aire era fresco y en los cielos una luz blanca recaía sobre aquella hora de siesta madrileña. Pero no era ocasión de dormir sino de pensar en ella. Sigue Leyendo...