Delirios

Ahora, cuando paro mi mente, cuando la soledad me visita de nuevo, decido abrir mi mente para explorar nuevos mundos más allá de este que pareciera no aportar nada a mi impaciente necesidad de volar.

La lluvia cae; será que el cielo llora mi tristeza, o será que los duendes de lo invisible juegan a volcar el agua sobre los campos secos.

El amor pide compañía, el amor de niño necesita volar hasta el misterio imperturbable de la noche.

Mientras escribo, la inquietud alcanza nuevos senderos, la templanza vuelca sus aguas sobre los rios, y la torre se desvanece ladrillo a ladrillo hasta desaparecer ante la noble mirada del hombre. Sigue Leyendo...

solo palabras

¿Que puedo hacer, si solo tengo palabras para ti? Palabras que se mecen desde mi alma a tu boca, abrigando los suspiros que se me escapan cuando te encuentro a faltar.
Acaricio cada idea de tocarte lenta y firmemente, tan delicada como lujuriosa. Paseo y divago imaginándome sobre tu cuerpo notando tu calor en las yemas de mis dedos, leyendo tu piel en braile.
Palabras que describen como mirarte a medias con los ojos huidizos enterrada en timidez, pero ardiendo en ansias desbocadas de arrancarte la ropa sin tocarte si quiera. Palabras a medias y palabras enteras.
Tus labios, mis dedos, tus ojos. Respiro. Tu mano en mi nuca escondida por la melena que resbala por mis hombros. Me acero, me agarras y te susurro que no voy a tener compasión contigo. Es eléctrico…
Me inclino sobre ti, forzándote a tumbarte. Te respiro, me desatas. Y en tu cuello siembro besos con aroma de licor, dulces pero intensos, notando como se te eriza el bello.
Salivo, trago aire y te aprieto. Me haces odiarte por el deseo que despiertas en mi, y te beso. Y me besas. Y lo lento ahora es brusco, lo delicado salvaje.
Me derramo en ti, te inundas en mi. Nos hacemos daño, y de que manera. Duro. Acaricio tu cara mientras me miras tan de cerca. No puedo evitarlo y grito cuando me muerdes.
Palabras que palpitan, palabras que se ruborizan al ser leídas. Palabras que no diré jamás por que son innombrables. Palabras que no lees, palabras que no oyes.
¿Que puedo hacer, si solo tengo palabras para enamorarte? Sigue Leyendo...

El gallardón y el tabernero.

Todos le hemos visto llegar, subido todo bien tieso y estirado, en su caballo alazán y con la flamante insignia del “Opus Dei” reluciendo en su pechera: ¡Un escudo de madera representando las armas que Josémaría Escrivá de Balaguer y Albás, marqués de Peralta, dispusiera, por inspiración divina según dicen los más reaccionarios de entre los católicos, como propias de la Obra por él fundada! Ha sido “La Lagarta” la primera en poder reaccionar…

“¡Ostias, qué tipo más guapo! ¡Vaya galán de cine! ¡Parece todo un gallardón!” Y ante el malhumor de “El Navajas”, al cual los celos le devoran el alma, todos hemos soltado una carcajada general y como “El Gallardón” reconocemos a este singular y flacuchento personaje que, como salido de la penumbra, se planta ante nosotros mientas su caballo, asustado por la pillería, ha soltado unas cuantas bostas bien significativas de que come mucho mejor que cualquiera de nosotros. “El Jarales” ha tomado ya una piedra para hacer puntería con el escudo que lleva “El Gallardón” sobre su pecho; pero “La Lagarta” se lo ha impedido mientras ni “Moris” ni “Dalton” han podido hacer otra cosa sino quedarse con la boca callada… Sigue Leyendo...