Quizá, cualquier cínico de Grecia, lo dijera de mejor forma. Sustancialmente hemos dejado de mirarnos. Es la actitud aprendida de quienes deploran el acto hermoso de reflejarse en otra pupila. Todo se reduce a un nihilismo absoluto. La integridad de un ser, ya no se mide por su mirada (espejo del alma), sino por la profunda espontaneidad con la que se ausenta de la realidad; de la vida.