Cuando espero a que llegue el momento, me pongo muy nervioso.
Normalmente siempre espero en mi habitación y ya imagino la foto de la ciudad, cuando nos hace protagonistas.
Es entonces que no me siento igual que en otros ratos, hoy en día apenas me acuerdo de ellos.
Espero que esta nueva sensación dure mucho tiempo.
Finalmente, me fui al bar donde quedamos y me senté en la terraza.
Pedí un café solo y repasé en mi teléfono móvil todos tus mensajes.
Me di cuenta entonces del verso que tú y yo añadimos este pequeño y poderoso drama llamado vida, me di cuenta que desde que estás…
¿Han cambiado las calles?
Porque sino, lo parece.
Nunca el día es el mismo.
No sé cuánto va a durar esta felicidad pero lucharé para que tú también la sientas a diario.
Quiero llevarte al cine, quiero vivir cuando vea que vivas.
Quiero que nos hagamos regalos que sean nosotros mismos.
He llevado tanto peso tanto tiempo y tanto tiempo he creido que lo llevaría siempre…
Quiero que compartamos un almuerzo, una canción.
Quiero leerte a Cernuda, quiero que respiremos lugares como Asturias.
Quiero que nos atrape la lluvia y nos vayamos corriendo cogidos de la mano.
Quiero decirte “te quiero” en el oido.
Nos tenemos.
Y siempre nos querremos así porque despertaremos siempre en un nuevo día.
Y ese nuevo día traerá a Cernuda, a Machado, a Júan Ramón, a Aleixandre… y las manos de los enamorados de tu lindo poema podrán seguir perpetuándos en la caricia alentadora y el sentimiento de quienes se dicen te quiero al oído, mientras las calles Edu, ya no son las mismas. Te prometo que ya no son las mismas… y hasta los viandantes han cambiado. Un abrazo a tu poema porque se lo merece. Yo te lo celebro con un café en la mano y un libro abierto por la página más significativa de su contenido.