Las lágrimas que nunca llegamos a derramar en el pasado, quizá porque las circunstancias de nuestra vida nos lo impidieron, quizá por dignidad ante quien nos causó el dolor que las producía, quizá por no afligir a alguien muy cercano, nunca llegaron a evaporarse saliendo hacia la atmósfera en forma de vapor sentimental para acabar diluyéndose en el éter.
Esas lágrimas no derramadas se almacenan en un lugar entre el corazón y los ojos, y sólo cuando se dan las circunstancias adecuadas, cuando nos lo podemos permitir porque ya no necesitamos ejercer nuestro autocontrol, recorren el resto del camino y fluyen libremente deslizándose por nuestras mejillas.
Puede que entonces tengan un efecto terapeútico o que, por el contrario, vengan a avivar los recuerdos de penas pasadas y a remachar su dolor nunca extinguido. Puede que acaben sorprendiéndonos por nuestra capacidad para el llanto, que desconocíamos por completo. Puede que limpien nuestro corazón, aún a costa de revivir momentos dolorosos.
Las lagrimas son el origen de la vida cuando la tortuga lleva sus huevos a enterrarlos llora con un llanto enorme seco profundo como cuando estando en el paraiso estoy tan triste que de alegria estoy llorando felicidades
Lágrimas. Hermosas piezas limpias del dolor que nos lavan el alma. Un cordial saludo.
Lágrimas para el dolor y para la felicidad. Son necesarias siempre.
Un abrazo.