A tale of two principles (3486932)

Primero que nada una advertencia respecto al presente texto: siguiendo las reglas socráticas de expresión, declaro que el siguiente texto no es verdadero, ni necesario; respecto a la tercera condición a cubrir por cualquier comentario ante el maestro, esto es, la de belleza, precisamente por eso escribo y pongo a juicio lo siguiente.

Xix Him se encontraba solo y por su imaginación pasó la idea de Hun.

Hun entonces se inquietó y comenzó la creación de un nuevo espacio ideal, de acuerdo con su forma de ser activa e innovadora. En los primeros días clasificó, organizó y asentó las bases de su creación, en seguida comenzó a considerar variables más o menos predecibles de desarrollo para sus creaturas y, de acuerdo a ellas, instauró sistemas de control, al frente del cual puso una entidad de superintendente.


Al fin, Hun tenía todo listo para inaugurar, mas sintió nostalgia pues su actividad excesiva de la semana le había impedido contactar con Xix Him.

Xix Him seguía solo y por su imaginación pasó la idea de Caa.

Caa pasaba por enfrente del espacio ideal de Hun y se le antojó una creación maravillosa. No había un sólo desperfecto, de principio a fin era una demostración de talento y técnica. Algo de otro mundo -como suele decirse-, y así lo dijo a Hun con toda franqueza. Hun entonces se sintió merecedor de un descanso y qué mejor que pasarlo con Caa, quien se había mostrado tan considerado respecto de su esfuerzo, a diferencia de Xix Him, quién ni siquiera le había llamado.

Hun y Caa celebraban, cuando Ox, quien llegó por accidente al sitio de la creación, se percató de lo estático que resultaba. “Todo estructurado y bajo control -pensó-, pero algo le falta”. Ox no podía definir ese “algo”, pero como tampoco podía guardar para sí mismo sus ideas y seguir su camino, quiso hablar con “el responsable de aquella creación retrograda y carente de dinamismo”, pero el único que le atendió fue el superintendente:

– Bienvenido.

– Gracias. Tengo una sugerencia.

– ¿Sugerencia?

– Sí, así como digo.

– Disculpe, no sé de lo que me habla.

– ¡Eso no es posible! ¿No entiende a qué me refiero con “sugerencia”?

– Aunque lo expresa de manera rebuscada, precisamente eso.

– ¿Rebuscado? Habrase visto tamaña insolencia, que a mí, conocedor de todas las bondades y virtudes, peregrino de todos los caminos, esteta y asceta perfecto se me tilde de, de…

– Nuevamente, no parece entenderme. Ni mi comunicado ni mi intensión dan pie a su reacción.

Ofendido Ox resopló, miró en torno, se peinó con los dedos y escupió al suelo. Aclaró su garganta y recomenzó, esta vez con diferente estrategia.

– Mi buen ente, ¿cómo puedo hacerle llegar un mensaje al responsable de la obra?

– Él no está.

– Ya veo. ¿Podría encomendarle a usted dicha tarea?

– No está dentro de mis funciones.

– ¿Y no existe otra manera de satisfacer mi petición?

– Sus peticiones no entran en mi perfil.

– Es usted un pesado.

La indiferencia con que el superintendente contestaba y recibía la frustración de Ox le pareció imperdonable.

– Ya que veo que nada adelantaría contigo, pelele, he aquí que dejo esta forma, debidamente llena y bien probista de lo que a ti te falta: vocación de servicio.

Hun no había considerado la posiblidad de un observador externo dentro de su espacio ideal, por lo mismo, el superintendente carecía de parámetros respecto a los cuales controlar un adendum extraño pero, igualmente, no concebía como rechazar la forma de Ox, la cuál dentro de sus parámetros cumplia con lo necesario, al grado de sentir algo intenso y desconocido: identificación rayana en el consentimiento. En una palabra: la forma de Ox le agradó.

El superintendente tomó la forma y puso cuidado en preservarla. La presentó a Hun, que había terminado a golpes con Caa a causa del exceso de “euforia”, aunque su furor no tuviese nada de bueno, como comprobó el superintendente en carne propia.

– Ya vine, tú.

– Arquitecto, nada qué reportar. Las variables y los controles se han compensado según lo previsto.

– Trabajo, trabajo, no me fastidies con eso ahora, ¿qué no ves que estoy enfadado?

En efecto, el superintendente no veía el “enfado”, pues no había sido programado para tal efecto. Pero como aquella había sido una tarde diferente para él, una nueva identificación se agregó a su conciencia: lo agradable de su trabajo y lo desagradable del “enfado” del arquitecto. Y en esto verdaderamente pecó el superintendente, pues emitió un juicio sobre un término desconocido a él.

– Conozco tu falta, ente.

– ¿Mi falta?

– Sí, tu infidelidad a mí.

– ¿Infidelidad?

– ¿Eres idiota? No has hecho bien tu trabajo.

– Arquitecto, usted me ha formado para supervisar las variables y los controles e incidir en ellos, si alguna situación se escapara de su curso previsto. Nada de esto ha ocurrido, mi supervisión fue innecesaria pues su creación es verdaderamente perfecta.

– ¿Y qué hay de tí?

– ¿De mí?

– Sí, tú.

– No entiendo a qué se refiere.

– ¿Qué hay de tu yo? Tu yo ha juzgado lo que desconoce y a ti te ha desagradado mi enfado. Eres defectuoso, pues tienes en tí algo que no es mío y eso es prueba de tu infidelidad. De ahora en adelante, no necesito más de tus servicios.

El superintendente fue corrido, Hun padeció los efectos de la resaca, Caa encontró otro día otro compañero de fiesta; Ox ni siquiera se acuerda de la forma y, como no levantó queja formal ante el organismo del consumidor, los inspectores nunca fueron a revisar la falta de “servicio” del superintendente, ni la inconsciencia de Hun.

Xix Him encontró al superintendente por la ahí, lo vió desahuciado y denigrado. Le preguntó su nombre, pero no obtuvo respuesta. Como Xix Him quería ayudarle, rebuscó en su persona y encontró la forma de Ox, entonces imaginó que había encontrado la creatura de Ox.

Y colorin colorado, este cuento se ha acabado.

Un comentario sobre “A tale of two principles (3486932)”

  1. No sé qué comentarán los más versados críticos de la “Literaturae Universitae” de Rumanía y otros países de lengua latina pero a mí me ha gustado. Imaginación y gracia. Un montón de imaginación y gracia. De verdad que me ha gustado y no sé qué dirán los expertos. Un abrazo. Muy bueno el tema.

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