El bebé y su mamá estaban bien, acababan de llegar a casa. Había sido un parto normal.
¡Vaya revuelo se había armado entorno a ese hermoso acontecimiento!
Carrerillas de una esquina a otra de la casa.
Incluso la vecina de arriba bajaba, y se ofrecía para lo que fuese necesario.
“¡Si necesitáis algo pedídmelo! ¡Cualquier cosa!”
La suegra, la cuñada, correteando de un sitio a otro de la casa, dispensando solidaridad y apoyo… y nerviosismo.
¡Era un niño tan esperado! La mamá y el recién nacido eran los únicos que lo vivían con naturalidad y tranquilidad. Sin comprender a que se debía tanta alteración del orden público casero, cuando lo que precisamente convenía era calma, y de paso, tranquilidad.
Hubo un momento, en que el padre, más dominado por una crisis de trepidante entusiasmo y una alegría tocando a euforia, se acercó a la madre, sentada en una butaca con la criatura en brazos, dándole cariño, calor.
El padre se inclinó hacia delante, como si quisiera susurrar algo a su hijo… La criatura dormía tranquila, ausente. Descansando.
Aquel padre o poseso hombre, preguntó en voz anormal, encarándose a su criatura…” ¿¡Hijo, a que te quieres llamar Narciso, como yo!?”…
Parece ser que la criatura diría ¡Genial! ¡Genial!
O que la criatura diese a entender a su padre algo así como “¡Que nombre más bonito Papá, has tenido una idea muy buena, me alegro, con semejante nombre seré muy…!”
El caso es que le pusieron de nombre Narciso, tal y como había sido entendido.
No nos extrañe, que aquel padre hubiese inventado sin saberlo, aquella estrategia tan manipuladora y alimentada que dice…“¡Quien calla otorga!” y se la hubiese imputado a su pequeña criatura, para que se fuese acostumbrando a la conducta de las y los mayores.
¡Claro! Con el tiempo a cuestas como si fuese una cesta llena de meses y semanas, Narciso, hecho un joven, tuvo que ir a los juzgados para cambiarse el nombre.
Y esto pasó, porque este padre no quiso escuchar a su hijo.
¡Menos mal que existen esos laberintos llamados Juegos Administrativo de Burocracia!
Interesante texto. Contiene el misterio de lo que parece imposible o improbable pero das el giro final hasta hacerlo creíble. No exento de ironía dejas el tema latente para que cada lector lo interprete a su manera. Muy bueno.
Pues parece un cuento al principio… pero la verdad, es que al final se da cuenta uno que asi pudo suceder con algunas de estas personas que fueron a cambiarse de nombre, tal como nuestro amigo Narciso.