Un día libre, un día nuevo
la tierra sonríe
y los arboles seguros de su amor.
Me acerco al árbol que me invita
a estar con él
lo toco y lo oigo.
Su piel rasposa es la más
suave que he sentido
como la de un recién nacido.
Sus hojas caídas bailan a mi alrededor
tomo una de ellas y la observo
para que me enseñe su fragilidad.
Me siento junto al árbol
y me recargo para deleitarme
con su melodía sin igual.
Cierro mis ojos
para estar en catarsis
el árbol y yo somos los mejores amigos.
Es cierto. A veces hasta hay árboles que sienten mejor que algunos que se llaman seres humanos. Quizás Dios nos enseña estas cosas para aprender…
muy cierto! hay humanos inhumanos!
Un abrazo