Final definitivo de mi libro titulado “El tiempo vivencial: divisiones y subdivisiones”. Como creyente total del Cristianimo sé que este libro debe terminar hablando de lo que yo llamo Tiempo de Dios. El Tiempo de Dios es la parte más importante que existe del tiempo viencial porque es la más absoluta. El Tiempo de Dios es profundo, absoluto y eterno. A él pertenece, entre otras características, la más original de todas ellas: lo que llamamos milagros y transformaciones físicas y espirituales. Es por eso por lo que continuamente me refiero al Milagro 16-18. En el tiempo vivencial se están continuamente produciendo milagros de Jesucristo que son, precisamente, los que componen el Tiempo de Dios, donde actúa el Espíritu Santo con total libertad.
Muchos se preguntan ¿qué clase de tiempo puede ser ese tan absoluto y eterno?. Y es que muchos desconocen, a pesar de aparentar sabiduría y estar galardonados con los mejores premios de los que se reparten en la Tierra, que, en realidad, todo el tiempo vivencial de los seres humanos es real gracias a los milagros de Dios. Así que podemos decir que el Tiempo de Dios se compone de todo el tiempo vivencial más todo el tiempo de la Eternidad. Esto, tan fácil de descubrir, es un verdadero enigma para quienes tantos galardones poseen y tantos nombramientos han recibido como seres super inteligentes. En realidad el Tiempo de Dios es el Tiempo de la Justicia de Dios; aquel que, además de los milagros diarios, sitúa, al final del tiempo vivencial, a cada uno en su debido lugar.
Ha habido, a lo largo de toda la Historia Humana enormes desaciertos e ignorancias que han sido publicadas como apotegmas indiscutibles. El Tiempo de Dios, amigos y amigas lectores, no es discutible. No es posible formular un coloquio verdadero sobre el Tiempo de Dios porque todas las definiciones que les quieran dar, todas las discusiones que quieran crear y todos los debates que quieran mantener sobre este Tiempo (Vivencialidad más Eternidad) es imposible de entender salvo que se crea en él no sólo con la mente libre y desalienada sino con algo que muchos no saben qué es. Es lo que se llama la Fe. Pero la Fe verdadera. No la fe de los religiosos, los politicos, los economistas… sino la fe de los niños.
Posiblemente muchos sonreirán cuando lean que la última parte de mi libro sea especialmente dedicada a los niños. Ya Jesucristo lo dijo: “Quien no sea como uno de estos pequeños no entrará nunca en el Reino de los Cielos”. El Reino de los Cielos está precisamente en la Tierra. Eso es lo que desconocen muchos sabios que escrutan el Universo. Y ese Tiempo de Dios es el que estamos viviendo continuamente. Algunos lo sabemos. Otros lo desconocen en absoluto. Por eso “ni saben lo que dicen, ni saben lo que hacen”… el Tiempo de Dios no tiene siglos, ni años, ni meses. El Tiempo de Dios no tiene ni horas ni minutos ni segundos… ni tan siquiera tiene micromillonésimas de segundos, pero tiene una Justicia que supera a cualquier otro sistema judicial que hayan creado los hombres o que sigan empeñados tercamente en crear. El Tiempo Justicia no es conocido por los jueces de este Mundo sino por los jueces de esta Tierra… que son dos cosas totalmente diferentes.
Fin.