Y esta mañana allí estabas tú. Con tu bigote canoso y tus gafas. Con camisa clara y pantalón de traje y con el maletín en la mano. Llegaste a la puerta y me viste con mis compañeros. Ibas a uno de tus juicios y te paraste al verme. Me acerqué y tu mirada respondía enorgullecimiento y aprobación. Aquel era el sitio que tú hubieras rondado más. Me abrazaste con un brazo sin llegar a soltar el maletín con el otro y me diste un beso en la mejilla, transmitiéndome el ánimo, el cariño y la enhorabuena al encontrarme, en el lugar en el que tú desempeñabas la profesión que tanto amabas, empezando la que a mí tanto me apasiona. Lo sé. Sé que estabas allí.
6 comentarios sobre “Enorgullecimiento”
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Buen mensaje el de tu texto. Estar. Esa es la cuestión. Estar cuando hay que estar o no estar cuando estar supone compromiso.
Los he conocido de las dos clases. Los hombres con maletín se dividen en dos partes: los que besan en la mejilla como sintiéndose superiores y los que ni tan siquiera besan como sintiéndose dioses.
Acabo de encontrar esta frase en Vorem: “Ten paciencia, corazón, que es mejor, a lo que veo, deseo sin posesión que posesión sin deseo.” Es de Don Ramón de Campoamor y los define mejor de lo que podría definirlos yo.
A veces hasta les he visto mirar por encima del hombro a pesar de que muchos son de corta estatura.
Y por eso empinar se empinan bastante… sobre todo cuando los gastos van a cargo del presupuesto general de la empresa. Para esos está la famosa Cuenta de Gastos Sin justificar. Y es que puestos a no justificar son unos verdaderos expertos.
Mira lo que acabo de descubrir: “Mucho más que los intereses es el orgullo quien nos divide” (de Auguste Comte). Aunque los orgullosos de los maletines sí que tienen intereses y no precisamente simples sino compuestos.