Cuando juré que no seguiría pensando en él, juré también que nunca podría mantener efectivo un juramento. Juré implícitamente que seguiría en mi oficio de eterna enamorada, que no hallaría ni en el reflejo del sol el calor que desprende mi mente cuando pienso en él. Juré que las horas seguirían siendo tiempo inválido, como si el tiempo se hubiese detenido, cortado, quebrado; los minutos y los segundos jugarían a ser fracciones insolentes de un tiempo sin tiempo.
Entonces, aún mi razón no logró conquistar a mi corazón abatido. Es una muerte lenta, silenciosa por sobre todo. Es un profundo caudal de aguas turbias y negras y sedientas de tu ser que es tu fortuna.
Es que ya no encuentro la salida, que con solo pensarlo me cercioro que no existe. Que aún no se ha inventado. Las puertas de este caso, caso mío, caso tuyo, son agua fugitiva. Nadie puede detener a este tiempo que se acopla y se disuelve con mis sentimientos de princesa fracasada. Y nadie entiende –y nadie sabe- y nadie acepta. Aún cuando el corazón no entiende de razones, entiende de pesares y de dolores, de trabas y barreras impuestas, infranqueables, incorruptibles.
Solo yo, solo mi obsoleto grito silencioso que infunde, que logra erizar mi piel, quiebra el dolor dentro mío, solo dentro mío, donde me sofoca la agonía, esa del día tras día…
Un comentario sobre “amor desamor”
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Celeste,hermoso lo que has escrito, lleno de sentimiento,Estrella