No estaba mas arriba, ni mas abajo.
No tenía forma, no era palpable. No brillaba ni era opaco. Ni siquiera se veía. No era negro.
No pensaba, no sentía, no viajaba.
No era rey, no era dueño, no era joven ni era viejo.
No era el ruido ni el silencio, no era sombra, no era cara ni careta.
No era bueno, no era malo, no era inocente ni era culpable.
No era chico ni era grande.
No luchaba, no era héroe ni salvador.
No se medía, no se contaba, ni se sumaba, ni se restaba.
No jugaba.
No amaba, ni fue amado. No era hombre.
No era perro ni gato.
No era ceniciento, no er violeta.
No era de plata como la luna.
No era una carta, ni un mensaje, ni una nota, ni una frase.
No era moderno, no era antiguo ni medieval.
No era de azares.
No era de tela, ni de madera, ni de cristal.
No era estático ni era de viento.
No era dulce, no era amargo, no sabía a nada.
No era tuyo ni mío.
No eran dos, ni eran cuatro ni eran cien.
No pesaba, no medía.
No era una historia, ni una novela, ni una pintura, ni una imagen.
No era caliente ni frío.
No era soleado, ni perfumado, ni de colores.
No era mentira, no era verdad.
No tenía precio. No tenía marcas. No tenía estampas.
No tenía remitente, no tenía emisor.
No tenía destinatario ni receptor.
No era rápido ni lento. No era mágico, no era insípido, no era loco ni era cuerdo.
No estaba vivo…
…NO estaba muerto.
Un comentario sobre “La fiebre del vacío”
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No era otra cosa sino Existencia tratada en su máxima amplitud… por eso me ha llegado tu fiebre del vacío a llenar de ánimo mi capacidad de observación de la vida. Un beso, Celeste.